lunes, abril 25, 2005

Sardinas en lata

Y otra vez vuelvo a trasnochar. Mi reloj biológico tiene que tener la manecilla suelta de todas las vueltas que ha dado en este mes. En veinticinco días ha pasado por la horquilla de hora-de-acostarse 00:00 hora-de-levantarse 07:00, hasta las mismas horas pero PM, que es como seguro se dirá en postmodernillolandia. Estos trastornos del sueño seguramente no deben de ser nada buenos para poder sacar adelante un bloj sesudo, metódico y constante como este.

Y desde luego nada deben ayudar las noches de juerga continua que he ido hilando en los últimos días. Además poco puedo sacar ya de ellas más que: me voy haciendo ya demasiado mayor para poder soportar semejante derroche de energías. Las generaciones posteriores tienen un fondo físico y una pureza de órganos internos con la que ya no puedo competir en igualdad de condiciones. Va siendo hora de sacar las artimañas que da la edad (mejor dicho, va siendo hora de ir bujcando esas artimañas para poder usarlas), porque está claro que la podredumbre que antes estaba aislada sobre todo en el corazón y en algunas zonas del cerebro ya se está empezando a extender por otras vísceras.

Principalmente por el hígado.

El viernes tuve la gran suerte de acudir a una fiesta de chicos Erasmus (sí, esos que camuflando sus verdaderas intenciones y mintiendo vilmente mientras rellenan la solicitud de este tipo de beca en sus respectivos países hablando de, por ejemplo una oportunidad única para conocer la cultura española, que siempre me ha atraído y es de mis favoritas o me interesa el país donde ha nacido Javier Marías y en un futuro quiero hacer una tesis doctoral acerca de él(sic), una vez llegan aquí deciden pasar (en mi opinión muy juiciosamente)los siguientes 365 días en una bacanal perenne) en calidad de invitado de un invitado, que realmente es como se disfrutan las fiestas. En el momento en que no conoces a más del 90% de los invitados tienes una total libertad para soltar cualquier idea que te venga en gana, mentir, actuar como un maldito quinceañero o cualquier cosa por el estilo, ya que nadie te lo va a recordar al día siguiente o, más aún, posiblemente nunca volverás a verlos. Y la fiesta, mientras que fue bajo techo, en un piso bien ventilado y con suficiente espacio entre la gente, estuvo bien. Aunque ya comencé a sospechar del poder magnético de la cocina y de la tendencia de la gran mayoría de los asistentes a hacinarse en un espacio reducido. Doce personas en una cocina de tamaño mediano es sin duda un exceso de gente. Yo, por mi parte, sólo intentaba ir allí a rellenar mi vaso con ron y limón. Néctar de dioses.

La perspectiva cambió cuando las dueñas de la casa decidieron cambiar de aires y bajar a una Sala (que, por cierto, me gusta bastante) para pasar el resto de la noche. Yo fui encantado, pagué gustosamente mi entrada y bajé las escaleras deseando ejcuchar al pinchadiscos de turno (cambian de pinchadiscos y de estilo de música cada día, y personalmente me encanta todo lo que oigo allí).
Sin embargo, no sé por qué, no me encontraba agusto. No encontraba el tono adecuado para seguir el ritmo de todos los demás. Y de repente, la revelaciónen un extraño momento de lucidez. Miré a mi alrededor y estaba completamente rodeado de gente, no me podía mover, apenas podía llegar a la barra para pedir un nuevo cubata, de llegar al servicio me olvido (la metáfora perfecta para llegar a esta conclusión sería no soy un maldio crashtestdummie, no voy a chocarme 60 veces antes de llegar al objetivo) y en definitiva, me noto demasiado mayor para pasar tres horas en un sitio donde apenas puedo moverme y me cuesta mucho escuchar a la gente.

Lo peor de todo es que tardé una hora en llegar a esa conclusión.

Así que agarré por banda a uno de esos mozalbetes erasmus, le grité que me iba, que estaba cansado de ese rollo superconsumista, me miró con cara de No-me-he-enterado-de-lo-que-me-has-dicho pero para mí fue suficiente el saber que avisé a alguien para dejcargar mi conciencia, saqué mi txupadecuero del ropero y me fui.

El día siguiente fue el día del libro. Un día donde se celebra la muerte de grandes monstruos de la Literatura de la talla de Miqui Cervantes o Güili Txespir. El día donde se celebra a bombo y platillo el bulo nacionalista que hace a un gilipollas sentirse orgulloso porque el que vive en la casa de al lado es un genio.

Yo, para dar la puntilla al mundo de las letras, nací un 23 de Abril.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ah, pues feliz cumplea~os, tarde, pero con ganas.

Anónimo dijo...

Ah, pues feliz cumplea~os, tarde, pero con ganas.

Anónimo dijo...

aah, así que era eso.. felicidades y esas cosas, pues. kencuentres esas artimañas

(no es tanto tardar una hora para darse cuenta de dónde no se quiere estar; peor es no dársela.. o qué, ts)