lunes, octubre 22, 2007

Solifer-Lento

El pasado sábado asistí al acto que la embajada de Noruega y la fundación Princesa Kristina de Noruega organizaban en Covarrubias, Burgos, para conmemorar el aniversario de la muerte de dos figuras ilustres: el compositor Edvard Grieg -del que además se cumplen 100 años- y la ya mencionada Kristina, fallecida en dicho pueblucho allá por el siglo XIII.
Sí, tenéis razón, demasiada información para sólo un párrafo. Iré respondiendo vuestras preguntas una por una según vayáis levantando la mano. A ver, tú, el del fondo con la papelina y la cuchara:

-¿Quién coño es la princesa Kristina de Noruega?

¿Y qué más da quién sea? ¿Desde cuándo hay que conocer a alguien para asistir a su homenaje? Antes del viaje lo único que sabía de ella era que al parecer bajó desde Noruega hasta Castilla en tiempos en los que no había ni autovías, ni se había dirigido Harry Potter 1(homenaje) ni nada, y palmó poco después. Durante y después de los fastos, claro, llegué a alguna conclusión más pero, ¿para qué contarla cuando viene muy bien resumido en este artículo? Eso sí, siete siglos después unos freaks noruegos deciden convertirla en una especie de Kylie Minogue de corpore insepulto del siglo XIII, y la homenajean año tras año celebrando conciertos en su honor. ¡Siguiente! Tú por ejemplo, el de la ceja.

-¿Quién cojones te invitó?

Buena pregunta, por razones que no vienen al caso, recibo en mi buzón alguna vez que otra invitaciones para asistir a eventos que tengan a Noruega como protagonista a través de su hacendosa embajada. Eventos a los que no solía ir, vete-a-saber si por pudor, por complejo de raza inferior o por conflictos con otras actividades. De hecho, todavía me estoy dando de cabezazos contra cualquier pared que me encuentre por no haber asistido a la recepción (donde me imaginaba a la Isabel Preysler de las Islas Feroe de turno y su legión de mayordomos portando en sus bandejas pirámides de Ferreros Rotxer) a la que -y leo textualmente-

El Embajador de Noruega
Per Ludvig Magnus
y Dña. Helene Kvarstein Magnus

Tienen el honor de invitar a Chopenjagüer y Sra.
-Diox, no puede txanarme más esa coletilla final!-.

ya que en esos momentos estaba de vacaciones fuera del país. Esta vez no iba a ser así, iba a agarrar el toro por los cuernos y empezar a sentirme como si gozase del lujo de una doble nacionalidad. El motivo final de embarcarme en esta aventura fue que la embajada ponía a nuestra disposición un autobús gratuito que nos traía y nos llevaba como unos marqueses. Todo un lujazo. ¡Siguiente! A ver, la de las encías grandes.

-¿Y qué carajo hiciste allí?

Podría tirarme el pisto y decir que Covarrubias es un enclave cultural indispensable para conocer las profundas raíces literarias y artísticas que empapan el suelo de nuestra vasta civilización; que tiene una gran importancia filológica por formar parte de la Ruta del Destierro del Cid Campeador, pero ya me váis conociendo, mentiría como un bellaco. Al contrario, puede decirse que la campaña de Marketing tan avanzada que puso en marcha la maquinaria de la embajada noruega parecía dirigida especialmente para mí; era su Target ideal. La propuesta se centraba en tres aspectos:

· Concierto de Bugge Wesseltoft, músico de Jazz muy contemporáneo del que tengo un par de discos que me gustan y otro par que no tanto, dentro de una iglesia gótica. Como sabía que iba a emplear alguna que otra modernez como escrachear o poner videos acordes a la melodía en una pantalla gigante me apetecía verle; cosa que cumplió más que sobradamente cuando por ejmplo abrió el piano para aporrear las cuerdas con un palo sin necesidad de percutir las teclas, o cuando la gente siguiendo el claro síndrome de 'es-demasiado-moderno-no-sé-qué-coño-hacer' empezó a dar palmas cuando Bugge estaba guardando el sonido de alguna nota en su cuatropistas del siglo XXI.

· Entrega floral ante la tumba de la princesa Kristina. Por los motivos explicados anteriormente, unidos a que ahí sólo aparecerían noruegos de verdad, conseguiría que se me cayesen las lágrimas de pura dicha.

· (el más importante para mí sin duda) Mercadillo de productos tradicionales noruegos. ¡Poj claro! A ver quién es el listo que no ansiaría tener algo típicamente noruego como, no sé, un reno, una bola de las que agitas y cae nieve encima de la palabra 'Rosenborg', una riñonera de piel de ballena o una foto autografiada de Ole Gunnar Solskjær vestido de paisano.

Lamentablemente, y como en toda buena campaña de Marketing que se precie, la realidad no responde a nuestras expectativas. El concierto de Wesseltoft tuvo múltiples problemas de sonido, no pude ver la ofrenda floral por problemas logísticos y el mercadillo consistió básicamente en libros de Jostein Gaarder y tapergüers de salmón a partes iguales. ¡Cuánto les queda por aprender! Aunque eso no impide que me apunte a la próxima cosa que me manden, sea lo que sea.

¿No hay más preguntas?

viernes, octubre 19, 2007

Oh this is a happy day, this will have been another happy day!

Ayer estuve escuchando un rato la radio, medio que por diversas razones ya no sigo mucho habiualmente, pero del que he sido fan declarado desde hace mucho tiempo. He sido noctámbulo casi desde que tengo uso de razón (lo cual dice muchas cosas negativas acerca de mi persona), y desde mi más tierna pubertad ya mezclaba cálidos sueños adolescentes con la escucha de algunos de los programas nocturnos, que, por supuesto, me parecían a priori mucho más interesantes e informativos que los diurnos (lo cual dice muchas más cosas negativas acerca de mi persona, ¡qué pubertad tan triste!). La jornada de radio comenzaba con el típico programa deportivo de las 00:00 -me hubiera gustado decir que era Supergarcía, pero la edad influye y en aquellos momentos el infame programa El Larguero me parecía mucho más dinámico e interesante-, continuaba con Polvo de Estrellas, con el que aprendí entre otras muchas cosas la gran semejanza como actores entre Victor Mature y José Coronado, o que a Woody 'palito' Allen se le empezaría a llamar director de cine cuando supiera hacer un plano contraplano, además de notar el miedo reverencial que profesaban todos los oyentes que se atrevían a llamarle.
La noche seguía adelante con un programa llamado Turno de noche, espacio donde lo mismo te hablaban de marcianos como de la masonería o te hacían un monográfico de Amadeo de Saboya; lo presentaba un tal Juan Antonio Cebrián que según creo sigue haciendo otro programa nocturno. Lo que sí recuerdo es que era especialmente largo, terminaría sobre las 5 de la mañana. Momento en el que cambiaba a la repetición de Gomaespuma, cuando aún estaban en M-80 hasta las 6 de la mañana.
Y ya en los días en los que me encontraba especialmente insomne terminaba esta intensa maratón de las ondas con un lamentable programa cuyo nombre no logro recordar, pero que contaba con dos humoristas (en el peor sentido de los posibles): Oriol Parreño y Quim Morales, que vete-a-saber-cómo rellenaban una hora de espacio radiofónico imitando al humorista Eugenio y sacándose de la manga un personaje imitativo de niño repelente llamado Jordi. Malos, por supuesto, pero de alguna forma me atraían como la melaza a una mojca.

Hoy por hoy, sin embargo, el medio ha perdido en gran medida el punch del que me llegué a encandilar en su día. Vete a saber si es por la economía de medios, por la falta de alguna que otra figura carismática (¡no sólo de Federico Jiménez Losantos vive el hombre!), o simplemente por la escasez de ideas originales lo que hace que la mayoría de los programas se conviertan en clónes unos de otros, en las mismas franjas horarias, indistinguibles entre ellos.

P.D.: Ayer tuve la gran suerte de abrir la temporada del Festival de Otoño de este año con Happy Days, obra de Beckett llevada a escena por la Caballero de las Artes y las Letras Deborah Warner e interpretada por una excelente Fiona Shaw (actriz que vuelve a darlo todo de nuevo en su mejor papel desde Super Mario Bros). En serio, si tenéis suerte y tiempo, no os la perdáis. La obra merece mucho la pena*.


Winnie semienterrada pasando uno de sus felices días

viernes, octubre 12, 2007

En 1972, cuatro de los mejores hombres del ejército americano que formaban un comando, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido

He de reconocer que no tengo ninguna simpatía por las series televisivas. Es algo a lo que nunca me he enganchado y veo difícil que lo haga. Quitando los Simpsons (y alguna otra serie de humor como Melrose Place... ¿ah que no era humor? Eso es porque no la recuerdas bien y/o la tienes demasiado idealizada... pocas cosas de este mundo han podido salir tan redondas), el resto de las series comúnmente aceptadas como 'buenas' me aburren hasta la saciedad.
Especialmente hirientes para mis sentidos son todas aquellas de abogados, de médicos (Jaus, Urgencias, Médico de Familia -aunque saliera Txetxu el niño de las salchichas Ojcar Mayer, una debilidad personal dentro de los nuevos actores del cine español junto a Sergio Peris-Mencheta- la española del Doctor Vilches, etc) y sus derivados de forenses; de policías y, sobre todo, -horror- las que mezclan géneros: las de policías-médicos. Son temas demasiado ajenos y poco interesantes y que descarto nada más llegar.

Con otras series lo he intentado, pero han conseguido que me fuera resbalando, que fuera entrecerrando poco a poco los ojos y que cayera de lado en el sofá, despertándome a los diez minutos con una fino hilillo semitrasparente uniendo la comisura de mis labios con -pongamos- un cojín. "¡Se han caido de un avión en una isla desierta y les pasan cosas raras!", "¡Le está llevando el café al presidente de los Estados Unidos que quiere ocultar el escán dalo de su hija con una guerra contra -pongamos- Latveria!", "4391, 4392, 4393... venga chavales que nos caben 7 más en el platillo volante"... lo he intentado, en serio, pero no he encontrado ninguna que me crucifele lo bastante como para engancharme a ella. Así que he tirado por la calle de enmedio: aquí en este vuestro blog voy a crear (aunque sean sólo al final de cada entrada los momentos culminantes a modo de Highlights de lo que pasará en el siguiente capítulo) mi propia serie, a la que llamaré Filólogos.

"Filólogos", como su propio nombre indica, tratará de la intensa y apasionante vida de un grupo de profesionales del estudio de la lengua y la literatura universales en sus facetas tanto profesionales como personales y su relación entre ellos. La lista de actores que elegiría para filólogos -para que todos y cada uno de vosotros, oh fieles lectores, les pongáis cara- será la siguiente:

José Coronado como Senén Menéndez, experto en literatura medieval y gigoló de noche, que tiene al resto del grupo de expertas filólogas con las bragas en la mano.

Nathalie Seseña como Angustias Guardiola, becaria de la cátedra de Deconstrucción y Círculo de Praga, mujer independiente con traumas tras haber cortado recientemente con su novio Tomeu, experto comparatista de teatro Beckettiano con la jácara y la mojiganga españolas del siglo de Oro.

Fernando Ramallo
como Tomeu Esplugues, chico presumido, apolíneo y de maldad sibilina, no soporta que el resto de filólogos que le rodean demuestren tanto talento innato como él tiene. Después de haber jugado con los sentimientos de Angustias, se prepara para boicotear el trabajo de Senén, al que le tiene una especial inquina.

Neus Asensi como Soledad de Moragas Ruiz de Heredia, experta en Poesía contemporánea, siente una especial atracción por los chicos veinte años más jóvenes que ella. No deja de flirtear con todo aquello que tenga algo colgando entre sus piernas.

Fele Martínez
como Juaquin del Álamo, experto diacronista de la lengua española venido a menos tras unos escándalos de plagio en uno de sus últimos trabajos, se ve humillado constantemente por la gran mayoría de sus colegas de departamento, aunque esconde un corazón de oro.

Beatriz Carvajal como Dolores Freire, galleguista apunto de jubilarse, da el toque de humor a la serie con su acento gallego y su filosofía de maruxiña percebeira de andar por casa.

Finalizamos la entrada con el highlight de hoy:

-Senen Menendez (mirando sus anotaciones y un manuscrito del siglo XIV alternativamente, con incredulidad abre los ojos y se pone la mano en la frente): ¡OH, Dios mío, es un encabalgamiento abrupto!