martes, septiembre 30, 2008

El perro Mistetas

Soy un poco especialito para el llamado humor "profesional". Especialito en el sentido de que soy muy crítico. Si ya soy un amargado de por sí, no hay muchas cosas que me hagan soltar la carcajada. Ejercitando un poco la memoria histórica humorística Martes y Trece me parecían tremendamente malos. Los morancos y, por ende, todos los graciosetes meridionalistas subsiguientes merecen estar colgados boca abajo el resto de sus días. ¿Florentino Fernandez a.k.a Crispin Klander? Vamos no me jodas. ¿Muchachada Nui? De lo mejorcito actualmente, pero para mi gusto les falta algo, son originales pero se quedan a mitad de camino. ¿Monologuistas al estilo club de la comedia? Todos, sin excepción, tendrían que estar picando piedra en alguna cantera abisal situada en lo más profundo del desierto de los Monegros.

Y sé que me dejo miles, y hay muchos que merecen aparecer en una lista como esta; pero uno de los pocos animales del escenario (posiblemente además los primeros, ya desde que era pequeño no podía evitar reírme con ellos por tiempo indefinido) a los que salvo de la quema y les coloco un cum laude son Faemino y Cansado. A mi gusto representan la quintaesencia del madrileñismo mucho mejor que ningún otro.


Nota mental: me prometí a mí mismo verles en directo una vez al año y hará tres que no lo cumplo, tengo que ponerme al día.

domingo, septiembre 28, 2008

Un débil rayo de esperanza

"A mí siempre me daba mucha pena comer vegetales, con esos colores que tienen y que huelen tan bien... Yo pensaba que había que comerse a los animales, porque huelen mal y llenan las calles de porquería."

Estas sabias palabras del cantante de Glutamato Ye Ye nos sirven para refugiarnos cuando nos dé algún ataque de misantropía. Y es que la cosa está bastante delicada ultimamente. Se podría decir que la facultad de hacer oes con canutos se está convirtiendo en una exageración -cuanto menos- optimista.
Formulando una hipótesis sociológica de garrafón, podría decirse que las sociedades decadentes occidentales (benditas sean) se rigen por alternancias ciclotímicas entre el dominio de los mediocres y el de los horteras. Obviamente hay etapas manieristas intermedias, de horteras-mediocres (basta leer este vuestro blog) o de mediocres-horteras. Como supongo (por pura estadística) que habrá algún lector de esta bitácora que será universitario (¡o incluso diplomado!), voy a poner un ejemplo gráfico intelectualoide de estos ciclos:

Barroco -> Neoclásico -> Romanticismo -> Realismo
(Hortera) -> (Mediocre) -> (Hortera) -> (Mediocre)

Bajo mi humilde opinión personal, creo que ahora estamos alineados bajo los planetas de lo mediocre. Pero siendo optimistas, y a pesar de que la oposición va a ser dura, es posible que se esté vislumbrando un nuevo cambio hacia lo hortera (¿A mejor? ¿A peor? Chi lo sa). Un débil rayo de esperanza como éste, además de hacerme volver a creer en que el ser humano es bueno por naturaleza, puede ser un reflejo de ese cambio.



¿Puede haber un concierto más repulsivo?

martes, septiembre 23, 2008

Bottom of the pops

Uno de los puntos fuertes del órgano Hammond consiste en poderte llevar tranquilamente tu caniche al concierto que vas a dar en -por ejemplo- una televisión de la repúlica federal alemana sin que desentone lo más mínimo en el conjunto. Y si no, que se lo pregunten a Cherry Wainer, sin duda mi organista sudafricana favorita de todos los tiempos.

jueves, septiembre 18, 2008

Cambio de look

Hace un par de días decidí innovar un poco y cambiar mis -ya algo repetitivos- hábitos psicoestéticos, que básicamente consistían en (a falta de cabello en el cráneo) o bien una línea vertical que dividiera verticalmente el mentón en dos, o bien una profusa barba descuidada de más de una semana, hija sin duda de la pereza y la dejadez más que de una planificación selectiva para llegar a parecerme a algún hirsuto icono del comunismo, el Islam o la mendicidad.

Muchos de los lectores machos de este blog habrán realizado pruebas más de una vez (y quien no lo haya hecho no sólo no tiene alma, sino tampoco habrá disfrutado mínimamente de su primera juventud) en el momento del afeitado con su vello facial: unas patillas de hacha que casi enlazasen una con otra, un bigote al viejo estilo hitleriano o un afeitado de sólo la mitad de la cara; para después hacerse un par de fotos y volver a la imagen tradicional. Pero un bigote, un bigote... un bigote es un oscuro objeto de deseo para el hombre, atrayente y repulsivo a la vez. No hay nada, ni el devenir de las grandes fortunas, ni los estraperlistas, ni siquiera la propia familia Franco-Polo, que haya sufrido más la caída del régimen dictatorial que el descrédito y el aislamiento al que se ha visto sometido el cultivo a la imagen del mostacho, convertido en todo un símbolo de derechas. ¡Una clara injusticia!

Así que ni corto ni perezoso, me deshice de la pelusa vertical de la barbilla y, como si estuviera utilizando un delicado ejercicio de Photoshop, corté y pegué horizontalmente hasta dejarlo encima de mi labio superior. Y esta vez se ha quedado ahí de verdad.
Durante estos dos días he estado recabando opiniones de todo tipo acerca de esta nueva imagen y los resultados han sido los esperados. La comparación más común ha sido "Pareces un guardia civil", seguida muy de cerca por "los grises" y "la secreta". La última ha sido una que considero bastante acertada: el bigote le daba la sensación como si estuviera de mala hostia permanente. Y el caso es que, cuando me miro al espejo, al no estar todavía acostumbrado a él, me da algo de miedo. Parece como si hubiera ganado años de la noche a la mañana, como si estuviera aún más amargado, más solo, peor.

Pero me gusta. De momento se queda ahí por tiempo indefinido.

miércoles, septiembre 10, 2008

¿Serendipia? No lo creo

Nos han repetido siempre, por hache o por be, que la noticia es que el berro muerda al hombre y no al revés. No sería noticia, por tanto, saber que la realidad supera a la ficción en infinidad de ocasiones; sólo hay que leer la prensa diaria (da igual que sea "seria" o "deportiva") para darnos cuenta de ello. Pero hay algunas (escasas) ocasiones en las que la ficción sirve de piedra de toque para entender la realidad.

Un ejemplo: todos tenemos grabado en la memoria la imagen de las protestas estudiantiles en la plaza de Tiananmen (天安門廣場platz) en las que un joven, valientemente armado con una bolsa de plástico en cada mano, se cruza en el camino de un tanque impidiéndole el paso. Éste, en un inesperado ataque de civismo, decide frenar en seco en vez de pasarle por encima. Después intenta hacerse a un lado, bordearle como si se tratase de una rotonda, dar marcha atrás, llamarle espabilao en mandarín y pegar un par de bocinazos. Pero nada, no hubo forma. Además, este chico decidió subirse al tanque para tener su rifirrafe dialéctico particular con el piloto. Un par de frases después baja del tanque.

Estas imágenes causaron un gran impacto por todo el mundo (también en España), generándose dos grandes corrientes de opinión: los que (cada vez más) defendían que era un símbolo de la defensa de la libertad contra la tiranía del régimen comunista chino, corrupto y devorador de minorías y derechos humanos; y los que (cada vez menos) opinaban que era un hecho aislado de un grupo de malcriados rebeldes de pacotilla, que seguro que lo que tenía este chico en las bolsas eran botellas de güijqui y cocacola, regalado por la embajada de Estados Unidos como medida contrapropagandística y se disponían a hacer botellón en la plaza y, ya de paso, mancillar el inmaculado sistema revolucionario chino. Pero ambas opiniones se separaban de lo realmente importante, que es encontrar las causas de este comportamiento.

Un cuarto de siglo largo antes, Luis Lucía tuvo un sueño. Era un artista, y como tal tuvo la necesidad de hacer ese sueño realidad, ya que así sabía que haría feliz a mucha gente. Pensó en solidaridad. Pensó en multiculturidad. En fraternidad incluso. Pensó en cómo sería una película española con tanques de verdad. Pensó en musicales. Pensó en un poquito de propaganda. En finales felices. En negros. En la posteridad. Pensó en el futuro. Y lo pensó tanto que llegó a anticiparlo, situándose a la altura de grandes adelantados a su época como Leonardo da Vinci, Helenio Herrera o Jules Verne.

En Tómbola hay una escena en la que Joëlle Rivero, hija del embajador de Wakanda en España, se extravía mientras daba un paseo con Marisol. Ésta tiene la sospecha de que algún maleante de los que la persiguen haya podido secuestrarla, así que no duda en acudir al ejército español. Casualmente uno de sus batallones estaba realizando maniobras por la zona, por lo que Pepa flores no duda en (Atención): pararse frente al tanque, impedir que continuase su camino, subirse a él, y dialogar con el militar que conducía para que le ayudaran a encontrar a su amiga. Cosa que el tanquista, obviamente, no duda en llevar a cabo. Increíble, ¿verdad amigos?

Siguiendo el camino que nos muestra la lógica pura, nos conduce a dos posibles hipótesis:

1)- El ciudadano chino, conocedor de la obra de Lucía y profundo cinéfilo, aprovecha la oprtunidad que le brinda el destino para hacer un homenaje desinteresado a su película favorita. Lamentablemente no sale del todo bien porque el militar al cargo del tanque no debía ser tan cinéfilo como este estudiante desconocido.

2)- Luis Lucia sabía que los sucesos de la plaza de Tiananmen iban a suceder, por eso dejó cifrados, uno tras otro, los indicios de la tragedia: sabía que Marisol abrazaría el comunismo veinte años después. El estudiante chino tenía veinte años. Pensadlo. El cine español es, sin duda, mesiánico.




Pepa y Joelle, anticipadoras del drama