miércoles, noviembre 21, 2007

Méate en la acera -- Mastúrbate en el Metro

Hace tiempo que tendría que haber dado este paso, pero la poca chispa de juventud que me quedaba me lo había impedido una y otra vez, autoengañándome un centenar de veces. ¿Quién habría pensado que los árboles eran nítidos, que los carteles de neón tenían un valor en sí mismo además de iluminar la atmósfera nocturna? ¿La letra pequeña de los contratos es algo más que un dibujo, que un tatuaje tribal puesto en el folio para embellecerlo? ¿Verdaderamente se puede grabar una catedral gótica o el rostro de Jesucristo en un grano de arroz?

Ahora todo ha cambiado. Tendré que acostumbrarme a ver el ojo de la aguja, el balanceo de la ropa tendida, la cara de mi enemigo mientras se acerca.




Efectivamente, y en otras palabras mucho más mías: soy un gafotas. Después de veintisiete añazos disfrutando de una vista de lince, el cuerpo ha dado el primer paso de una caída libre larga y pronunciada. Puedo tomármelo bien, como un pequeño aviso que me servirá para que el mundo tenga una (falsa) imagen de mí como intelectual, chico listo o marisabidillo; o mal, como si fuera el principio de una larga lista de deformidades concebidas por nuestro Señor desde antes de que yo naciera: más tarde vendrá la caída de los dientes, el repoblamiento en el güeco entre las cejas (nota mental: comparar el vello entrecejil y la pinza de depilar con el mito de Prometeo para futuros usos), una joroba y el nacimiento de un gemelo malvado desde la fina capa de grasa que cubre los (por supuesto) fornidos mújculos de mi abdomen. De momento me lo tomo a las malas decantándome por la segunda opción.

P.D.: Ahí a la derecha en la sección de mis blojs favoritos tenéis un nuevo añadido: se trata de Inéditos e Insólitos, un blog del ínclito David Pallol donde os va a mostrar unos cuantos relatos de primerísima calidad. Si la Guía Mitxelin valorase este tipo de espacios le habría puesto por lo menos cuatro estrellas.