sábado, abril 02, 2005

La soledad sonora

Buenos días son estos para citar a San Juan de la Cruz, sobre todo si así de paso aprovechas el verso para explicar que los dos compañeros de piso con los que convives (a los que no quiero citar, por lo que utilizaré como seudónimos "Padre" y "Madre") han hecho las maletas y estarán pisando en estos momentos el asfalto de la pérfida Albión, dejándote a tí como perro de presa vigilando la vivienda unifamiliar.

Lo cual tiene su parte buena, porque tendré que enfrentarme al mundo de la creación y experimentación culinaria, desde la nunca justamente valorada tortilla española (a la que yo, como buen traidor a la Patria que soy, prefiero llamarla Tortilla francesa con patatas), a la soluciones de emergencia, denominadas comúnmente Pasta y Ensalada. Espero que de aquí a treinta días me haya convertido en un cocinero deconstructivista a lo Ferrán Adrià.

En otro orden de cosas, he tenido la suerte de leer un artículo de Eduardo Haro Tecglen, ilustre columnista, escritor, crítico teatral y tertuliano de izquierdas, de cuando militaba en Falange española, allá por 1944. Es un panegírico a la muerte de José Antonio Primo de Rivera, con lo que pasa de ser invisible a mis ojos a ser mi escritor favorito. Aquí os dejo el enlace al artículo del que quiero destacar un párrafo, aunque creo que todo es destacable en general:

"Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo."

Para mí una persona que escribe laudos al comunismo y al fascismo indistintamente se convierte en un escritor completo, por lo que a partir de ahora me convierto en su mayor fan.




El Niño Republicano un poco crecidito

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