jueves, diciembre 09, 2004

Viatge al Toledo profund (1)

En estos dos días he conseguido reencontrarme con mis raíces. No os creáis esas absourdas y modernas teorías que reniegan de la importancia de la familia. La familia lo es absolutamente TODO, no puedes explicarte a tí mismo por qué eres como eres sin antes haber hecho una visita a los genes que más se parecen a los tuyos.

Nada más llegar al cortijo familiar (no encuentro una palabra más adecuada para describir un solar en el que se edificaron cinco chaleses adosados uno pegado a otro y separados de la calle por una puerta de metal de unos cuatro metros de alto) conseguí distinguir una frase de una conversación con la que no podía estar más de acuerdo entre tres o cuatro señores mayores de pueblo que poco después descubrí que eran tíos míos: esto no se va a arreglar hasta que venga un nuevo Franco. Al parecer eran fans del cancerbero argentino del Atlético de Madrid, como yo.

Pero la verdadera velada provinciana-y-de-retorno-a-las-raíces se mantuvo en un continuo estanbai hasta la noche en la que los nietos (para aquel que no esté muy al día de la terminología familiarejca, mis primos y yo) nos quedamos para velar el cuerpo de mi abuela; ahí fue cuando estreché los lazos con los miembros más jóvenes del clan y pude consolidar la sentencia que ya comenzaba a pergeñar para mis adentros: ¡Esta generación del apellido Quintanar está conformada por un hatajo de freaks!

Para abrir boca empezaré con el más joven de todos ellos, un mutxatxo que había descubierto su verdadera sexualidad (eufemismo para no utilizar la políticamente incorrecta y proscrita palabra marica si esta no sale de los labios de un homosexual) al que el pueblo se le había quedado ya muy pequeño y que decidió marcharse de allí porque al parecer era la comidilla de los chismorreos del lugar porque, como siempre estaba así como muy animado las malas lenguas le acusaban de ir siempre enfarlopado hasta las cejas. Por eso se vino a vivir a la capital, pero también se ha sentido desilusionado porque la ciudad se le ha quedado pequeña y prefiere triunfar en nueva york, ya que para eso ha estado un año estudiando arte y ensayo. También le gustaba mucho escribir, sobre todo ciencia ficción, y tendría ya como cosa de tres mil páginas escritas; y estba muy muy orgulloso de una de sus cuentonovelas en la que el argumento-base era que en el año tresmilcientocincuenta de nuestra era, las mujeres se habían extinguido de la faz de la tierra y los hombres se reproducían mediante la clonación. Pero unos científicos descubrían una ciudad septentrional (¿?) formada únicamente por mujeres, que para conseguir mantener su genética habían mutado en vampiresas que cazaban hombres, los hipnotizaban y copulaban con ellos para después matarlos muy muy muy cruelmente. Pero eso sí, tenía que decir que escribir escribía mucho pero lo que le costaba bastante más trabajo era leer (pffffffff), pero que últimamente se estaba forzando a ello y que quería empezar a leerse su primer libro, que eligió así mitad por azar y mitad porque se lo recomendó un amigo suyo que es muy listo, y que era el Código da Vinci, que si yo lo había leído.

El pobre no se había dado cuenta de que estaba hablando con la personificación del rencor, y me abrió su corazón de par en par en los cinco minutos que duró toda esa parrafada. Bendigo a Dios por ese don que me ha otorgado de hacer que todos los desconocidos con los que me encuentro vean en mí un espíritu afín y se decidan a contarme hasta el más vergonzante de sus secretos. Lo malo es que no puedo transcribir de una manera digna las dificultades de pronunciación de este chaval, que siguiendo el manual de estilo de Carlos Pumares, le ayudará a triunfar en el mundillo cinematográfico, porque los actores jóvenes, como bien conocen todos mis lectores, no saben vocalizar.

Creo que con esto es bastante por un día, mañana seguiré con este despiece genealógico. Estoy seguro de que esta historia queda mejor contada por fascículos.

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