martes, diciembre 21, 2004

la extrema derecha

Anoche me dí una vuelta con un par de colegas por los garitos de mi barrio, Alutxe, y entablé una nueva intensa amistad más (de esas que duran un día o menos) para engordar mi curriculum.

Como habrá muchos lectores de este blog que jamás hayan pisado mi barrio ni tampoco tengan intención de hacerlo, tengo que describirlo concienzudamente. Hay un mito urbano propalado por cierta gente malintencionada que nos habla de que para salir a dar una vuelta por Aluche es imprescindible llevar una navaja. Otras lenguas bífidas prefieren ahondar en el mito de la senectud de sus habitantes. Pues bien, ambos son completamente ciertos. La población Alutxense está formada mayoritariamente por antiguos obreros ya jubilados, o por abueletes que, hartos de que en ciertas poblaciones del extrarradio las gentes del pueblo vecino les hurtasen con malos modos las zapatillas, decidieron buscar un lugar más céntrico para disfrutar de su pensión. La otra parte de la población, la joven, la conforman prostitutas asentadas aquí por su proximidad a su centro de trabajo situado en la Casa de Campo, delincuentes juveniles que disfrutan prendiendo fuego a los coches, jóvenes neonacis que intentan reordenar la sociedad a su modo, y los jóvenes de la más baja estofa, los más potencialmente peligrosos para la sociedad, la chusma que conforman los estudiantes universitarios en general y los de Filología en particular, que engañan a sus padres creando y alimentando en ellos la falsa ilusión de tener un hijo con título universitario y que se convierten en auténticas sanguijuelas que chupan la sangre y el dinero de sus progenitores. Todo esto esto enmarcado en la biosfera típica de este barrio madrileño que tiene como base de su ecosistema el aligustre, planta sin la que la mayor parte de las cosas que suceden en este barrio carecerían del todo de sentido.


Un aligustre bien cuidado, en mi barrio no lo están.

Pues bien, anoche compartí... ¡qué coño!, un joven ex-neonazi se dignó a compartir un par de horas de su valioso tiempo conmigo en un pub aluchense al que hacía siglos que no iba. Mantuve con él una intensa charla en la que me contó sus orígenes dentro del movimiento, en los que me explicaba vivamente que en realidad en el movimiento ultraderechista la base que parte el bacalao es la formada por el ala denominada Stormfront, en sus variantes estadounidense y europea, y que él conoció gracias a un vecino que le metió dentro de Ultras-Sur, el grupo radical de hinchas del Real Madrid, al que iba a ver siempre que jugaba en casa aunque en realidad su equipo del alma era el Atlético de Madrid (¿?); él sabía que no habría salido vivo del Bernabéu si el resto de los cachorros lo hubieran sabido. También me explicó los motivos por los que dejó de pertenecer a él, su vuelta al corrupto régimen democrático intentando sacar sus oposiciones a policía municipal... Tuvo que marcharse un momento para saludar al batería de uno de los grupos jevis (algún día volveré a ahondar en las raíces comunes de ambos movimientos con las opiniones de un experto en este tipo de música, si él me da permiso para que pegue aquí su último mensaje de correoelectrónico... PFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF) neonazis con más punch de la península prometiéndome volver, como así hizo para explicarme que ese chico para llegar a ese puesto de tanto privilegio tuvo que apuñalar a alguien. Generalmente una de mis aficiones es llevar la contraria por sistema a todo aquel que me expresa una opinión suya, pero con este chico hice una excepción demostrándome una vez más lo cobardemente prudente que soy.
Para terminar, durante el largo camino de vuelta a casa, el chico decidió acompañarnos mientras mis colegas se mantenían en un discreto e inteligente segundo plano y, viendo mi vena melómana, no dejó de darme nombres de los grupos nazis de moda del momento, que como si de un disclloquei me tratase prefiero no citar aquí en parte por pudor y en parte para quedármelos en exclusiva y disfrutarlos dentro de mi discografía personal.

La verdad es que llegué a casa completamente acojonado pensando que uno de estos días me iban a abrir la cabeza, por gilipollas.

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