jueves, diciembre 02, 2004

Misterios de la Fe

Os he de avisar, mis queridos y únicos lectores, de que tengo una hermana. Por lo general vive y trabaja en Londres desde hace diez años, y viene a Madrid (su Patria-chica) poco tiempo, cuatro o cinco días y una o dos veces al año. Pues bien, estos últimos días ha estado en Madrid; y además de traerme un par de dijcos como es habitual, y comentarme lo que realmente se lleva de verdad en Londres y lo que ha pasado ya como una moda pasajera, y salir por ahí a tomar alguna que otra cervecilla, trajo involuntariamente el tema del blog de hoy.

Una de las cosas que demuestran el cosmopolitismo y la prosperidad de los pueblos son las noticias de sus periódicos. Si comentan golpes de estado, descubrimientos científicos, injusticia social, precariedad laboral, campañas de apoyo al tercer mundo o en contra de la telebasura, vida cultural y demás tipo de cosas sin ningún interés (sea su orientación política de derechas o izquierdas, eso da absolutamente igual), nos encontraremos sin duda en una república bananera o algún país en-vías-de-desarrollo; sin embargo cuando un periódico hace un publirreportaje digno del mejor periodismo de investigación acerca de las apariciones de personajes famosos y mitos del Cristianismo en alimentos tales como sángüiches, tostadas o bollos de cafetería; o en la agria polémica levantada entre la población por la resurrección del hamster que estuvo muerto durante más de cuatro minutos, entonces ahí no nos podrá quedar duda alguna: vivimos en un país libre y civilizado.

Es decir, hasta que los tabloides no amanezcan y prosperen en nuestro país, estamos completamente perdidos. Ójala llegase hasta nosotros un diario tan bueno como el Deili Meil, pero aunque hemos tenido buenos intentos como el diario La Razón (su fotomontaje poniendo clics de playmobil sobre el mapa de España quedará frejco en mi memoria durante el resto de mis días) aún no han terminado de cuajar bien. Dios quiera que arriaguen pronto.





Para predicar con el ejemplo...

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