martes, diciembre 07, 2004

Resaca

This is the wind, the wind in a field of corn.
Great crowds are fleeing from a major disaster
Down the long valleys, the green swaying wadis,
Down through the beautiful catasthophe of wind.


James Fenton

Generalmente leo poesía cuando tengo una resaca de mil demonios. Como hoy.
Lo hago porque es una de las pocas cosas de las que me siento capaz de hacer en este estado, porque es entonces cuando encuentras el sentido oculto de la poesía. Ya no trata de ideas o de sentimientos que, tal y como estás, eres incapaz de procesar, sino que se convierte en una salmodia, en una concatenación de palabras que se engarzan rítmicamente unas con otras, y que suenan como los ángeles. Es algo parecido a escuchar a alguien recitando en un meloso idioma que no conoces.

Después me he tirado tres horas escuchando música (no tengo DVD y el cine no es una de mis grande pasiones). No puedo hacer otra cosa más que recomendar encarecidamente el álbum Le Jazzbeat! vol.1, una auténtica maravilla con joyas de Claude Vasori o Vincent Geminiani que todos deberíamos escuchar aunque sólo fuera una vez en la vida; yo ahora me veo incapaz de escucharlo menos de una vez por semana.



Hasta que al fin pude levantarme, ponerme mi tres cuartos de oficial de la Gestapo, y con los ojos inyectados en sangre, asesinar a la gente con la mirada. Una pena que hoy sea el día en el que nuestros prebostes se arrejuntaron para conformar la Constitución, y que, por tanto, la gente para celebrarlo cierra la gran mayoría de los bares y se encierra en casa. No había ni un alma por las calles de Aluche, que hoy más que nunca se asemejó a la phantasmopolis clariniana de Vetusta.

Menos mal que después del paseo una noticia de esas que marcan un hito informativo me sacó de un golpe de ese extraño estado de duermevela en el que llevaba metido todo el día, y me di de bruces con nuestra encantadora realidad cotidiana: el matrimonio Beckham ha reconocido en una entrevusta que tienen pensado bautizar a su tercer retoño con un nombre español; y no han encontrado ningún otro nombre más bonito para la criatura que el de San Miguel. ¡Poj claro! Anda que no me está reconcomiendo por dentro el que dos protestantes hayan sido los que hayan encontrado esta fabulosa solución para aplicar y colocar en la vanguardia como Dios manda el clásico santoral católico. Se acabaron las Llésicas y los Quévines, Viva San Miguel!

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