lunes, mayo 09, 2005

Mal si le das la fe falsa del Islam

Lo prometido es deuda. Tras unos cuantos segundos de profunda meditación, me he decantado por poner este título. Espero que haya cumplido vuestras expectativas. Y si no, pues es lo que hay.

Como, oh lectores, sois muy avispaos y os manejáis tanto en las artes plásticoeescénicas más elitistas como en las prácticas populistas de la más baja estofa, os habréis dado cuenta de que el título es una vuelta de tuerca más en aquella mítica frase que popularizó el ex futbolista del FC Barcelona y leyenda viva Txarli Rechás: Correr es de cobardes.
A su vez, también fue la respuesta que le espeté con todo el orgullo y el rencor del mundo a la anfitriona de una fiesta a la que acudí hace tiempo y en la que me estaba aburriendo solemnemente, cuando ya llevaba tres o cuatro Brugal w/ Sunny Delight (recomiendo encarecidamente visitar este último enlace, del que -aunque luego sea criticado por comentar noticias de actualidad- quiero resaltar un pequeño párrafo: "Consumers began to lose faith in the product(refiriéndose al sanidilait), particularly when a little girl turned orange having drunk large quantities of it") enre petxo y espalda y me ofreció un canapé pa picar. La idea me ha ido rondando por la cabeza desde entonces.

Ayer estuve en una reunión de excompañeros de la facultad de Filología con motivo de la llegada a España de una de ellas (a la que llamaré Delores), quien una vez se hubo dado cuenta de que un título universitario no te sirve de nada en este país más que para que tus padres y familiares cercanos hinchen su pecho de orgullo cuando tu nombre sale en alguna conversación, decidió emigrar a Dublín a bujcarse la vida. Una vez allí se dio cuenta de que en aquellas otras latitudes sirve para exactamente lo mismo (las hamburguesas o las cañas tiradas en un bar no te las quita nadie), pero con un salto cualitativo en el sueldo nada despreciable. Aún así, la pobre Delores está un poco hastiada con su vida en el extranjero. Y allí estuvimos los demás para ayudarla en la medida de nuestras posibilidades. Es decir, emborrachándola.

Y aunque también es cierto que 'la' sujeto en cuestión tampoco opuso una excesiva resistencia, puedo catalogar la misión como un completo éxito. Así, cuando dentro de dos días vuelva a la capital irlandesa, lo hará con una tierna sonrisa en los labios pensando que las cosas aquí siguen siendo como antes de marcharse por primera vez (lo cual es rotundamente falso puesto que entre nosotros hemos perdido casi completamente el contacto, cerrándose así el círculo vital que se abre en la etapa del último año de instituto del típico Juramento-No-nos-vamos-a-separar-nunca olvidándote de los nombres de tus compañeros a los 15 días).

Es posible que bajo esta capa de varios metros de podredumbre social tenga un corazón de oro, aunque me lo niegue rotundamente cada día. Investigaré sobre el hecho a ver si encuentro algo.

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