martes, mayo 17, 2005

Adán no cede con Eva, y Yavé no cede con nada

Durante estos tres días he estado practicando el noble arte de no hacer absolutamente nada. Arte que quieren agenciarse los ciudadanos de Roma para ellos sólos, pero que sé que se expande, cuanto menos, a toda la cuenca mediterránea. Il dolce far niente no es algo fácil de conseguir. Muchas veces nos tenemos que levantar a descolgar el teléfono, o sentimos el cuerpo sucio y corremos a darnos una ducha, o simplemente te cansas de estar tirado en un sofá, te vistes y te decides a dar una vuelta.

Sin duda eso sería traicionar el espíritu de la frase. Por lo que he intentado -con un éxito relativo- estar casi tres días sin hacer nada más que lo mínimo indispensable para subsistir. Utilizar la quijada para moler unos cuantos alimentos -pocos, hay que hacer siempre velados homenajes al título de este vuestro blog-, encadenar unos cuantos cigarrillos y poco más. Y he dicho tres días, no es una errata. He aprovechado uno de los efectos que producen el vivir en un país católico que santifica las fiestas por absurdas que sean y aunque el que la celebra no sepa el motivo de por qué lo hace. Ayer fue San Isidro, patrón de Madrid vete-a-saber-por-qué, y las autoridades han decidido sabiamente trasplantar la fiesta del Domingo (donde no merece la pena celebrar nada ya que es día libre de por sí), al lunes. Curiosamente esto conlleva un hecho contraproducente, que es que gran parte de los madrileños utilizan este puente para largarse de Madrid camino de las playas de la periferia. Homenajear al santo desde la ausencia es una estrategia cuanto menos vanguardista.

Pero desde luego mucho más sana que la otra gran 'festividad' que se está dando en el sur, El Rocío. Fiesta esta que, desde mi humilde opinión, ha perdido toda su razón de ser desde que perdemos la imagen de Carmina Ordóñez limpiando sus pies polvorientos de andar descalza por el camino con una buena litrona. Si hay algún andaluz (por favor absténganse los prototípicos andaluces graciosos) que pueda explicarme las motivaciones que hacen que más de un millón de personas (generalmente pijas y devotas) vayan bajo cuarenta grados a la sombra andando sin descanso por un camino de cabras, chorreando sus ropas con algo tan poco decoroso como es el sudor gratuito, por favor que me lo diga. Ardo en deseos de intentar comprender este festejo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

si quieres te cuento lo que se dice por las calles...

según parece es una cuestión de fe.. (o algo así) los que hacen el camino, y van a ver a la virgen, y se destrozan por que manolito toque el trono de la virgen para que se le quite el dolor de nudillos crónico... supongo que lo hacen por eso. pero básicamente la gente va para beber, cantar y bailar por los ecos del rocío y toda esa panda, y echar unos diíllas de juerga. ellos lo flipan.. pero vamos, que van por la virgen O_o

Chopenjagüer dijo...

Querida Peddlar:

Gracias por la aclaración. Osea que comen polvo durante dos días y llegan con los pieses callosos y maltretxos a tocar una ejcultura que les quite los dolores... Tienen razón. ¿Pero no les dolería menos el cuerpo si hicieran ese viajecito yo qué sé, en autocar?

El mundo de la fe es completamente insondable; qué ganas tiene la gente de sufrir...