lunes, noviembre 08, 2004

Fiesta rap en la colonia militar

Queridos amigos, hoy quiero abrir esta ventana que refleja el mundo real con una sencilla definición.
¿Qué es un fracasado?

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un fracasado es (cito textualmente y de memoria, quizá se me ejcape una letra o dos) "1. adj. Dicho de una persona: Desacreditada a causa de los fracasos padecidos en sus intentos o aspiraciones. U. t. c. s.". La definición en sí puede ser más o menos acertada, pero también es cierto que, al menos visualmente, es bastante imprecisa.
Sin embargo anoche di con la imagen que mejor encaja con esa precaria descripción. Así que es todo un honor para mí compartirla con Víctor García de la Concha y sus colegas, además de con los innúmeros lectores que día a día se reúnen para leer estas líneas.

Anoche fui invitado de primera mano a una fiesta en casa de un conocido de un conocido de un amigo mío. Esa sensación de ir desde un principio de prestado siempre tiene una parte buena y una mala. Por una parte, al principio es posible que te cueste un poco relacionarte con los demás hasta dar con las cuatro palabras adecuadas para convertirte al cabo de un par de horas en el mejor amigo de cada uno de los que asisten a la fiesta; la parte buena es que hasta que todo eso ocurre, puedes estar más libremente centrado en las cosas que realmente merecen la pena: ver, oir, callar y descojonarte de risa a la mínima oportunidad que tengas.
Pero quizá penséis que estoy extendiéndome demasiado para llegar a lo que he prometido en las primeras líneas; tranquilos, llegar a una imagen así requiere su tiempo.
El dueño de la fiesta era un señor mayor, con pantalones anchos, sudadera con capucha y que continuamente ponía grandes hits de la música en español como pueden ser los de Tshiminy Nsombolay, def con dos y tantos otros grupos absolutamente geniales (una pena que no dispusiera en esos momentos de la sabiduría que mi colega Pablo posee del mundo del hiphop español); a su izquierda estaba una persona que en un principio podría parecer como completamente insustancial, pero que según fueron pasando las horas llegó a convertirse en mi favorito. No quiero poner su nombre verdadero así que le llamaré Mikel. El resto de la gente no llegaba a los extremos de genialidad a los que habían escalado estos dos, así que pasaron por mi cerebro como fantasmas invisibles, una maraña de sintalentos varios entre los que (por supuesto), me sentía cómodo e integrado. Salvo uno.
El momento en el que pasé de una postura a otra marcadamente activa fue cuando me di una vuelta por la cocina y me encontré con uno de los asistentes a la fiesta cuya imagen posiblemente me dejará marcado durante el resto de mis días: la imagen del fracaso. ¿Cómo explicarla fríamente?

El fracaso es una persona vestida con un poncho deslavazado y desteñido, con barba de seis meses, agachado sobre la mesa de madera de una cocina cualquiera, con un billete de cinco euros enrollado y colocado en la nariz, esnifando farlopa, colocada cuidadosamente en rayas sobre un compact disc de Def Leppard (que, según como me explico el anfitrión poco más tarde, ese chico lo llevaba siempre encima para ese único menester) y, una vez terminada la faena, guardando la farla sobrante en un chivato de un paquete de tabaco que a su vez era guardado nuevamente (supongo que para mayor seguridad del contenido) en un sitio donde seguramente nadie con más de dos dedos de frente se atrevería a inspeccionar jamás: en una caja de cintacassete pirata del "The Wall" de Pink Floyd.

Obviamente yo, que observé minuciosamente la escena de principio a fin, esperé a que todo se acabase para ir corriendo a abrazarme a aquél chico al que reconocí como un alma gemela y con el que he firmado un pacto de sangre para que nuestra recién formada amistad jamás se vea quebrantada, aunque no volviéramos a vernos en la puta vida.

Hay más interesantes anécdotas que me gustaría contar de la noche del 6 de Noviembre de 2004, pero prefiero racionarlas. Poquito a poco.

No hay comentarios: