martes, septiembre 18, 2007

¿Quién es el asesino cuando no hay mayordomo? (2)

Al día siguiente, según creo recordar, más de la mitad de la gente (sobre todo la que más jaleaba y más preocupada se mostraba por la pobre Superstar) decidió centrarse en otros asuntos de mayor relevancia, tales como pasar la revisión del coche o ir a comer pipas sentados en cualquier banco de parque de extrarradio. Sin embargo, el número de participantes en la misión seguía siendo alto, mayor incluso que en el estreno en Madrid de la que ha sido sin duda alguna la película de este verano (es decir, más de cinco personas, vivan las minorías). Para variar fui el último en llegar. El plan de ataque, que lamentablemente ya quedó decidido antes de que llegara, era el siguiente:

Había que acercarse sigilosamente al portal donde se supone que vivía Sylvia y tomarse algo en el bar situado justo enfrente de la entrada al edificio, así se mantendría vigilada la salida y entrada de personas al edificio y, con un poco de suerte, identificar en algún momento a Sylvia o a sus malvados progenitores. Si tras una hora de vigilancia extrema y ojo avizor no apareciese nadie, se tendría que pasar (crujido de nudillos) al plan B.

Sin duda ninguna era un plan maestro, digno de las mejores mentes criminales del siglo XX. Pero como tantas veces nos ha mostrado el cine, basta conque una pequeña pieza cambie para que todo gran plan se venga abajo. Efectivamente, en un espacio de dos horas no solamente no se vio entrar o salir a los objetivos, sino que además el hecho de estar en un bar en pleno verano madrileño hizo que los miembros del equipo de rescate tomasen una cerveza tras otra, un pacharán seguido de un orujo de hierbas, un Campari mezclado con Martini rojo, y, sobre todo, una tapa de panchitos socarrados, de cortezas de cerdo decimonónicas y de patatas fritas en mal estado, llevando al equipo al desastre (nota mental, apuntar similitudes entre Sirenas de la mitología griega y cortezas de cerdo de la realidad barística española).

"¡Pasemos al plan B!", dijo el lider del grupo de rescate soltando espuma por la boca, acompañando la frase con una sonora palmada en la mesa. Dicho y hecho, todos se levantaron, exaltados por el alcohol, en dirección al portal de su amiga. Más concretamente al telefonillo de dicho portal. Si las máquinas tuviesen alma, este cacharro tendría que estar temblando, con el corazón encogido de miedo. Un fuerte y sudoroso índice pulsó uno de los botones, señalando el destino de nuestra querida alianza de valientes voluntarios, aunque la atronadora respuesta del malo de la peícula al otro lado del portero automático hizo que muchos de ellos se alejaran de la puerta, preparados para salir huyendo. Nunca se debe confundir la valentía con la temeridad.

- (Padre malvado) ¿Sí?

- (Líder de Grupo) Hola buenas tardes, ¿está Sylvia Superstar?

- No, no está.

- Verá, es que somos sus amigos y querríamos hablar con ella...

- Ya, pero no está.

- Mire, es que llevamos intentando hablar con ella desde hace mucho tiempo, pero ni nos coge el teléfono, ni nos responde los correos electrónicos, ni contesta nuestros ese-eme-eses ni nada. Comprenda que esta situación nos está creando un cierto desasosiego interior. (Pausa valorativa) (Pausa más que valorativa) (Pausa final)

- (En espera de continuación de frase de interlocutor) (más espera de continuación de frase de interlocutor) Sí, claro, lo entiendo.

- Bueeeeeno, pues dígale a su hija que en cuanto llegue nos llame, ¿vale?

- Sí, bueno, adiós.

El sonido del cuelgue del telefonillo por parte del malvado padre de la criatura descarga la presión a la que se había visto sometido el grupo de valientes, que con una risa nerviosa vuelven a sus respectivos hogares comentando la hazaña. Con cada nuevo paso se sienten más confiados, más seguros, más satisfechos por la misión cumplida, por el trabajo conseguido. La imagen de su amiga Sylvia Superstar puede descansar en sus subconscientes durante el resto de sus días. Esta noche dormirán con una sonrisa en los labios. Al fin y al cabo, han hecho lo que tenían que hacer.

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