domingo, diciembre 14, 2008

¿Qué clase de filólogo eres?

Desde hace unos meses he venido compaginando la labor de actualización de este vuestro blog mientras que abría nuevos horizontes en nuevas redes sociales. Una de ellas es Facebook. O lo que es lo mismo: cómo seguir siendo un quinceañero de corazón y que además esté bien visto por la gente que te rodea. ¡Pero qué os voy a contar, oh modernos seguidores, que no sepais!

Dentro de las cuasi infinitas maneras de perder el tiempo dentro de esta comunidad (ejemplos: mandar cromos de jugadores míticos del Atlético de Madrid, recordar presentadores venidos a menos, enviar insultos en català, regalos nostálgicos de la década de los ochenta tipo caramelos escalofrío, estrellas del Bollywood clásico y tantas otras) tienes además la posibilidad de crear tu propia aplicación con la que contribuir a seguir llenando la red de detritus. En mi caso, y con toda la malicia de la que soy capaz, me he decantado por poner un test -siempre me he declarado fan absoluto de este tipo de cosas- que, por increíble que parezca, se ha ido extendiendo como la Peste Negra por sí solo. Si sientes curiosidad, pulsa en el enlace de aquí abajo. Pero cuidado, si lo haces, será por tu cuenta y riesgo.


Facebook | ¿Qué clase de filólogo eres?

I remember your wife fondly, Ralph

Como estaréis viendo ahora mismo, desde hoy se estrena un nuevo cambio de look en la página. Un cambio forzado a medias, ya que si quería poner nuevos cachivaches en la página me veía sutilmente forzado a modificar la plantilla, que ha debido de quedar desactualizada por vete-a-saber-qué motivos (hasta donde llega mi pobre entendimiento de hombre del siglo XX sigo haciendo básicamente lo mismo que antes: aporrear machaconamente el teclado para rellenar una cuadrícula con letras, escribir el mismo código para emplear la negrita y la cursiva, los mismos enlaces y las mismas pegatinas de Llutiub). Así que desaparece por segunda vez la famélica musa que daba la bienvenida a la entrada de este blog para posiblemente no volver a aparecer jamás. A cambio, tenéis una silueta de pin-up dentro de una copa de cóctel y un estallido de luz y color sin precedentes por estos lares: adiós al negro católico isabelesco -que servía de nexo común a dos comunidades tan importantes para este blog como son la góticosiniestra y la de ancianas de provincias- por un azul marino, un verde turquesa, un naranja naranja y un gris vulgar que espero que haga vuestras delicias. ¿Demasiado derroche para este blog, que desde que se inauguró parece que está dando sus últimos coletazos, como la abuela que todas las Navidades se pone a llorar diciendo que van a ser las últimas para ella y al final sobrevivirá a tu propio entierro?

Posiblemente.

domingo, noviembre 30, 2008

Roll with you



Aunque no es muy habitual que recomiende cosas desde este blog, creo que por una vez la ocasión lo merece. Eli "Paperboy" Reed & The True Lovers actúan el día 12 de Diciembre en Joy Eslava. Así que si queréis aparcar a un lado las aburridas cenas de empresa tan típicas de la época y queréis mover un rato el esqueleto como cuando érais unos jovenzuelos, ésta es una alternativa más que potable.

jueves, noviembre 27, 2008

Baño de Masas

A principios de Octubre (lo que viene llamándose la temporada Otoño-Invierno) comencé a asistir junto con él a unos talleres promovidos por la red de centros culturales del Excmo. ayuntamiento de la capital del reino; y que más tarde o más temprano su temática y sus resultados irán saliendo a la luz en este vuestro blog. Pero en cualquier caso, cumplen con las condiciones mínimas que exigía a priori para hacer el esfuerzo de desplazarme entre semana lejos del domicilio unifamiliar, y hacer algo diferente a fijar la mirada en un ángulo oscuro de mi habitación contemplando pacientemente la generación de una telaraña: estar formado por un grupo heterogéneo de personas provenientes de diferentes estratos sociales pero por los que merece la pena vivir en una gran urbe (jubilados, amas de casa, treintañeras histéricas y un par de jovencitos a un nivel mucho más bajo que los demás pero que sirven para rebajar el más que probable efecto de síndrome de Stendhal que provoca la fusión de los grupos anteriores); no exigir demasiado a cambio, y poder apropiarme de frases y comentarios que surgieran en esas clases para poder tirarme el rollo como todo hijo de vecino en alguna conversación superficial. De momento no me puedo quejar: todas esas premisas se están cumpliendo con mano firme y la precisión de un reloj suizo o de un cirujano plástico adscrito a Corporación Dermoestética. Pero no es el momento de hablar de esto.

La asistencia a estos talleres abrió la veda para dejar escapar la imaginación y comenzar a pensar en la clase de talleres a los que me gustaría asistir y/o dirigir algún día, y que me parecen tan indispensables que no logro comprender cómo es posible que no se hayan llevado todavía a la práctica. Dejo aquí tres ideas:

- Taller de partidos de fútbol míticos. Taller de dos horas de duración con periodicidad semanal que, a grandes rasgos, se dividiría en: visionado de la primera mitad del encuentro, charla-coloquio de quince minutos sobre lo visto, visionado de la segunda mitad, nueva charla-coloquio y ejercicios para hacer en casa de los que hablar en la siguiente clase (folha seca, cola de vaca, rabona, penalty a lo Panenka). Los nueve meses de taller se centrarían en Liga de las Estrellas, Premier League, Calcio Serie A, Liga francesa, Bundesliga, Jupiter League, Copa de la UEFA, Champions League y todos los Atlético de Madrid - Barcelona de la década de los noventa. Creo sinceramente que el éxito de este taller estaría plenamente asegurado.

- Taller de Debate y Oratoria. O lo que es lo mismo, un taller de generación de tertulianos u otra vuelta de tuerca al monólogo tabernario de jugadores de dominó. Como si nos tratásemos de Kirk Cameron, aprenderíamos a sentar cátedra en discusiones inútiles del tipo carne o pescado, los Bítels versus los Rolin Estouns, francófilos contra anglófilos y un largo etcétera. Se prestaría especial atención al empleo de frases introductorias que marquen el carácter del discurso: "No soy un experto en la materia, pero en mi opinión...", "No tenéis ni idea, está claro que...", "Te lo digo yo..." y así ad nauseam.

- Taller de iniciación a la mendicidad. O lo que es lo mismo, un taller de supervivencia urbana en tiempos de crisis. El alumnado recibirá nociones de cómo localizar los cubos de basura donde puedan encontrar los botines más suculentos, aprenderá a dislocarse los brazos y a recolocárselos para obtneer una mayor ganancia en el arte de pedir, memorizará una desgarradora historia personal que dure menos de un minuto para adornar sus intenciones, aprenderá a sondear el espectro de personas presentes en un vagón de Cercanías (número, franja de edad, vestimenta...) para decidir si merece la pena o es mejor pasar al siguiente, y utilización de enunciados básicos en lengua foránea -preferentemente inglés- para enfrentarse en el tête à tête a una víctima potencial. todo esto acompañado de una excursión mensual en la que el grupo se dirigirá a una zona concurrida y pondrá en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en ese mes.

lunes, noviembre 17, 2008

Hora de destapar las vergüenzas de juventud

He dedicado buena parte del día de hoy a hacer limpieza de toda clase de cacharros inútiles que tenía criando polvo en casa. Desde luego, eran más de uno y más de dos, pero -mal que me pese- sin llegar a la cantidad mínima por la que encajaría más bien en un glamouroso ciudadano aquejado por el síndrome de Diógenes, y sin la calidad mínima para llegar a verme como un acartonado anticuario. En cualquier caso, eran fruto de la desidia y la pereza para evitar hacer el esfuerzo de abrir una bolsa de plástico, ir derrumbando las columnas de cachivaches encima de ella hasta que quedase a rebosar y abandonarla en un contenedor elegido al azar entre los de materia orgánica, plásticos, cristales y papel y cartón.

Entre las decenas de cosas que han ido a la basura se encontraban: un libro de Sociales de 6º de EGB con algunas hojas dentro entre las que aparecían diferentes gráficas hechas a mano -que siempre me salían descuadradas- del índice anual de temperatura y lluvias dividido en meses del clima continental y mediterráneo; unos apuntes de latín de tercero de BUP (la cuarta declinación Manus Manus, la Guerra de las Galias), revistas de hace cinco o seis años las cuales, por alguna razón hoy ya desconocida u olvidada decidí guardar; unos disquetes de 3 1/2 que contendrían algún avanzado dispositivo dentro como el ms-dos o un disco de arranque (nunca lo sabré, la maldita tecnología corre que se las pela y mi ordenador no dispone de ninguna unidad de disco para leerlo); y, sobre todo, lo más importante: la colección de cintas casete -algunas originales, la mayoría grabadas- que atesoraba y escuchaba hasta la saciedad en la etapa en que lo único que leía era el dorso de los cartones de vino El Conquistador, apoyado en el capó de algún coche con mis amigos del instituto mientras mi melena, orgullosa, ondeaba al compás del cierzo. Sí, señores: estoy hablando de la pubertad.

Como, cuando tenía quince años, además de ser un pringado (hay cosas que no cambian) era virgen, estaba lógicamente enfadado con el mundo. De ahí que el noventa por ciento de esas cintas que escuchaba estuvieran eminentemente marcadas por un denominador común: grupos heavies o punquis radicales reivindicativos de típicos-chicarrones-del-norte: en las cintas aparecían nombres extraños com Kortatu, Negu Gorriak, Eskorbuto, Cicatriz, El Último Ke Zierre, La Polla Records, Su Ta Gar y un largo etcétera que se mezclaban con ídolos del metal del tipo Barricada, Los Suaves, Barón Rojo, Ángeles del Infierno, Saratoga (homenaje), Sangre Azul, Coz, Leño y otros del mismo palo. En definitiva, una lamentable discoteca de quinceañero que coincidía en el hecho de que eran grupos ya viejos cuando yo era joven, por lo que no descartaría en absoluto que, si aún quedan jóvenes jevilongos en esta época, compartan títulos con esta.

¿Qué hacer, pues? Como pequeño homenaje a ese tiempo que no va a volver hasta que, como mínimo, me dé un ataque de Alzheimer y vuelva a mis orígenes involuntariamente, he decidido desempolvar el Gualcman y escucharlas una a una antes de abandonarlas en el ataúd atemporal en el que se convertiría la bolsa del Carrefour en que las deposité. Pero lo peor de todo, lo más sórdido de esta estupidez, es que a medida que las iba escuchando recordaba perfectamente cada una de las letras de las canciones. No sé si mi memoria cada día me da más miedo o estoy más convencido en que mi cerebro ha sido, es y será un contenedor de la información más inútil de la faz de la tierra. Sí, me río yo de Internet.

P.D.: tengo que decir que con las letras de las canciones jevis he estado partiéndome la caja durante horas. Dejaré aquí un par de ejemplos de estrofas que tanto por aquel entonces como ahora me dejaron la piel de gallina (claro que por razones diferentes), y que no merecen caer en el olvido:

Voy acumulando vatios de tensión

soy como un motor en reparación

polo en negativo...

Me cargo a menudo de electricidad

y a veces salta mi diferencial

si no estás a mi lado amor

Quiero tocar tu cuerpo seductor

con un electrón

pero me da descarga y la tensión

me va a calcinar


Barón Rojo "Carga y Descarga"




Vas de cuero y usas jeans

Te gusta privar

Vives de noche, el sol ciega tus ojos

Güeles a vicio y alcohol


Ángeles del Infierno "Fuera de la Ley"


¿Quién decía que la música más divertida siempre era Pop?

lunes, octubre 27, 2008

Manifiesto carcamalista



Cada vez que me dicen que estoy musicalmente avejentado miro para mis adentros -sobre todo en algunos momentos de debilidad cada vez más frecuentes-, admito mi total desinterés por los moviemientos melódicos rompecaderas de hoy en día, y pienso que pueden tener razón. Pero luego, cuando vuelvo a las fuentes en las que, para mal o para bien me han atraído desde que se me cayeron los dientes de leche, y encuentro cosas como esta actuación de Harry "The Hipster" Gibson, me reafirmo en todas y cada una de mis afirmaciones carcas. Ejemplos: "la auténtica vanguardia musical es la que se venía realizando hasta hace cuarenta años", o "desde que los músicos dejaron de comportarse como tales para convertirse en artistas, todo se ha ido al carajo".

domingo, octubre 26, 2008

La pantera de Rilke

Ayer fui a hacer unos recaos a una caja de ahorros de la que, para no hacer publicidad gratuita -y mucho menos en este caso- diré que tiene un oso verde como emblema y utiliza el nombre de la capital del estado en su marca. Hace tiempo solía acudir a otra oficina de esta misma entidad bancaria, a la misma distancia desde mi casa que la nueva, pero dejé de hacerlo. ¿Razones? Hay cientos, pero quiero centrarme en dos.

La primera es puramente paranoica. Para poder acceder al interior de la oficina había que pasar por un arco voltaico, por lo que tenías que dejar todos tus objetos metálicos (emepetrés, gafas, navajas, teléfonos móviles...) en unas taquillas situadas a la entrada. Esto hacía no sólo que estuvieras mirando de reojo continuamente las taquillas mientras que hacías cola, no fuera a ser que algún espabilado se fuera a quedar con todos tus queridos cachivaches; sino que empiezas a preguntarte por el porqué de tanta seguridad. Es cierto, es Aluche, pero no estamos hablando de Beirut o de algún instituto peliculero americano antes de que entre en acción el profesor-exmarine protagonista, así que tanta seguridad te hace sospechar de cualquier cosa. Por lo tanto, voy a la otra que, aun estando sobresaturada por centenares de personas mayores (que posiblemente la hayan elegido por las mismas razones que yo), no dispone de tantos adelantos tecnológicos, lo que me hace sentir mucho más calmado.

La segunda razón es mucho más siniestra. Reconozco que en muchas ocasiones soy un antisocial, pero cuando voy a un sitio por obligación, no me gusta mantener conversaciones informales con desconocidos. Lamentablemente en la primera oficina (a partir de ahora llamada Alcatraz) despachaba un hombre con hondas inquietudes acerca de la vida de los demás, lo que enlentecía sobremanera su labor. Hasta ahí puede ser más o menos comprensible. Pero en la época cuando yo asistía a Alcatraz, generalmente lo hacía porque aún tenía que pagar la matrícula universitaria en varios plazos. Cuando él echaba una hojeada a los papeles y veía que eran de Filología Hispánica, invariablemente preguntaba: "He tenido una duda desde siempre que a lo mejor tú me puedes responder... ¿Cuántas palabras tiene el español?"

Una pregunta muy lícita por otra parte, y que me hacía sentir moderadamente útil. Cuando le respondía, me daba las gracias, después recogía los billetes (primero del Príncipe Felipe con muchos ceros, más tarde otros más feúchos de color amarillento sucio). Pero cuando volvía a los dos meses a pagar el segundo plazo, repetía la misma pregunta. Y también en el tercero, en los del año siguiente y en unos cuantos años posteriores. Al principio lo achacaba a un descuido momentáneo, pero al repetirse la pregunta hasta el infinito fui cayendo en un estado de perpetuo Deja vú cada vez más cargante que tenía que eliminar como fuera.

Pero lo peor de todo sin duda eran mis respuestas. Como, obviamente, no tenía -ni tengo- ni pajolera idea de cuál es el número exacto -ni aproximado- de vocablos -¿qué es un vocablo?- admitidos en nuestro idioma, para no responder con un humillante "no lo sé" lanzaba en cada una de mi visitas números al azar con mi mejor cara de póquer: 6.000, 50.000, 300.000 ("¿Tantas?" "Sí, claro, si seguimos el panhispánico de dudas -no lo olvidaré jamás-"), 180.000, y un sonrojantemente largo etcétera.

viernes, octubre 10, 2008

Portentos capitalinos I: Costumbrismo o barbarie

Quien más quien menos, todos los que vivimos en la capital del Imperio hemos pasado nuestro buen centenar de veces por la Puerta del Sol. En ella, además del lustroso cartel publicitario de Tío Pepe, unas cuantas centenas de turistas, un poker de hombres-anuncio compradores de oro (una profesión que desde siempre me ha encandilado y me hubiera gustado catar, una pena que ya no vaya a poder ser), una señora de brazos cortos y tatuados sentada en el suelo con un cartel de cartón en sus rodillas, y unas vallas pintadas de paisaje urbano que ocultan las sempiternas obras de remodelación típicamente madrileñas, se dan cita las más crucifelantes manifestaciones de toda la ciudad. Bajo una cobertura mínima y precarios medios, se van reemplazando una tras otra sentadas en favor de los derechos de los conejos de orejas caídas, partidarios de la Falange Auténtica Verdadera Total Joseantoniana, correligionarios de la doctrina Sikhista buscando fieles, asociaciones culturales que piden un puesto como embajador de la FAO en la lucha contra el hambre para Pitingo, y un largo etcétera. Pero de todas las que han ido pasando ante mis ojos, la que más me ha impactado ha sido ésta:



Sí, efectivamente se trata de lo que estáis viendo: Un señor, que bien podría ser un lector de este blog (pocas cosas en el mundo me harían más ilusion) con un ojo de cartulina pintarrajeado con rotuladores Carioca cubriéndole la cabeza, y sosteniendo con ambas manos un eslogan con el que no puedo estar más de acuerdo, y que me encargaré de que me sirva de epitafio cuando los gusanos se coman lo que los cristianos no hayan disfrutado. Pequeñas cosas como ésta me hacen pensar cada día más que, a pesar de las muchas taras que se pueden aducir en su contra, Madrid merece ser, como mínimo, la capital del mundo.

martes, septiembre 30, 2008

El perro Mistetas

Soy un poco especialito para el llamado humor "profesional". Especialito en el sentido de que soy muy crítico. Si ya soy un amargado de por sí, no hay muchas cosas que me hagan soltar la carcajada. Ejercitando un poco la memoria histórica humorística Martes y Trece me parecían tremendamente malos. Los morancos y, por ende, todos los graciosetes meridionalistas subsiguientes merecen estar colgados boca abajo el resto de sus días. ¿Florentino Fernandez a.k.a Crispin Klander? Vamos no me jodas. ¿Muchachada Nui? De lo mejorcito actualmente, pero para mi gusto les falta algo, son originales pero se quedan a mitad de camino. ¿Monologuistas al estilo club de la comedia? Todos, sin excepción, tendrían que estar picando piedra en alguna cantera abisal situada en lo más profundo del desierto de los Monegros.

Y sé que me dejo miles, y hay muchos que merecen aparecer en una lista como esta; pero uno de los pocos animales del escenario (posiblemente además los primeros, ya desde que era pequeño no podía evitar reírme con ellos por tiempo indefinido) a los que salvo de la quema y les coloco un cum laude son Faemino y Cansado. A mi gusto representan la quintaesencia del madrileñismo mucho mejor que ningún otro.


Nota mental: me prometí a mí mismo verles en directo una vez al año y hará tres que no lo cumplo, tengo que ponerme al día.

domingo, septiembre 28, 2008

Un débil rayo de esperanza

"A mí siempre me daba mucha pena comer vegetales, con esos colores que tienen y que huelen tan bien... Yo pensaba que había que comerse a los animales, porque huelen mal y llenan las calles de porquería."

Estas sabias palabras del cantante de Glutamato Ye Ye nos sirven para refugiarnos cuando nos dé algún ataque de misantropía. Y es que la cosa está bastante delicada ultimamente. Se podría decir que la facultad de hacer oes con canutos se está convirtiendo en una exageración -cuanto menos- optimista.
Formulando una hipótesis sociológica de garrafón, podría decirse que las sociedades decadentes occidentales (benditas sean) se rigen por alternancias ciclotímicas entre el dominio de los mediocres y el de los horteras. Obviamente hay etapas manieristas intermedias, de horteras-mediocres (basta leer este vuestro blog) o de mediocres-horteras. Como supongo (por pura estadística) que habrá algún lector de esta bitácora que será universitario (¡o incluso diplomado!), voy a poner un ejemplo gráfico intelectualoide de estos ciclos:

Barroco -> Neoclásico -> Romanticismo -> Realismo
(Hortera) -> (Mediocre) -> (Hortera) -> (Mediocre)

Bajo mi humilde opinión personal, creo que ahora estamos alineados bajo los planetas de lo mediocre. Pero siendo optimistas, y a pesar de que la oposición va a ser dura, es posible que se esté vislumbrando un nuevo cambio hacia lo hortera (¿A mejor? ¿A peor? Chi lo sa). Un débil rayo de esperanza como éste, además de hacerme volver a creer en que el ser humano es bueno por naturaleza, puede ser un reflejo de ese cambio.



¿Puede haber un concierto más repulsivo?

martes, septiembre 23, 2008

Bottom of the pops

Uno de los puntos fuertes del órgano Hammond consiste en poderte llevar tranquilamente tu caniche al concierto que vas a dar en -por ejemplo- una televisión de la repúlica federal alemana sin que desentone lo más mínimo en el conjunto. Y si no, que se lo pregunten a Cherry Wainer, sin duda mi organista sudafricana favorita de todos los tiempos.

jueves, septiembre 18, 2008

Cambio de look

Hace un par de días decidí innovar un poco y cambiar mis -ya algo repetitivos- hábitos psicoestéticos, que básicamente consistían en (a falta de cabello en el cráneo) o bien una línea vertical que dividiera verticalmente el mentón en dos, o bien una profusa barba descuidada de más de una semana, hija sin duda de la pereza y la dejadez más que de una planificación selectiva para llegar a parecerme a algún hirsuto icono del comunismo, el Islam o la mendicidad.

Muchos de los lectores machos de este blog habrán realizado pruebas más de una vez (y quien no lo haya hecho no sólo no tiene alma, sino tampoco habrá disfrutado mínimamente de su primera juventud) en el momento del afeitado con su vello facial: unas patillas de hacha que casi enlazasen una con otra, un bigote al viejo estilo hitleriano o un afeitado de sólo la mitad de la cara; para después hacerse un par de fotos y volver a la imagen tradicional. Pero un bigote, un bigote... un bigote es un oscuro objeto de deseo para el hombre, atrayente y repulsivo a la vez. No hay nada, ni el devenir de las grandes fortunas, ni los estraperlistas, ni siquiera la propia familia Franco-Polo, que haya sufrido más la caída del régimen dictatorial que el descrédito y el aislamiento al que se ha visto sometido el cultivo a la imagen del mostacho, convertido en todo un símbolo de derechas. ¡Una clara injusticia!

Así que ni corto ni perezoso, me deshice de la pelusa vertical de la barbilla y, como si estuviera utilizando un delicado ejercicio de Photoshop, corté y pegué horizontalmente hasta dejarlo encima de mi labio superior. Y esta vez se ha quedado ahí de verdad.
Durante estos dos días he estado recabando opiniones de todo tipo acerca de esta nueva imagen y los resultados han sido los esperados. La comparación más común ha sido "Pareces un guardia civil", seguida muy de cerca por "los grises" y "la secreta". La última ha sido una que considero bastante acertada: el bigote le daba la sensación como si estuviera de mala hostia permanente. Y el caso es que, cuando me miro al espejo, al no estar todavía acostumbrado a él, me da algo de miedo. Parece como si hubiera ganado años de la noche a la mañana, como si estuviera aún más amargado, más solo, peor.

Pero me gusta. De momento se queda ahí por tiempo indefinido.

miércoles, septiembre 10, 2008

¿Serendipia? No lo creo

Nos han repetido siempre, por hache o por be, que la noticia es que el berro muerda al hombre y no al revés. No sería noticia, por tanto, saber que la realidad supera a la ficción en infinidad de ocasiones; sólo hay que leer la prensa diaria (da igual que sea "seria" o "deportiva") para darnos cuenta de ello. Pero hay algunas (escasas) ocasiones en las que la ficción sirve de piedra de toque para entender la realidad.

Un ejemplo: todos tenemos grabado en la memoria la imagen de las protestas estudiantiles en la plaza de Tiananmen (天安門廣場platz) en las que un joven, valientemente armado con una bolsa de plástico en cada mano, se cruza en el camino de un tanque impidiéndole el paso. Éste, en un inesperado ataque de civismo, decide frenar en seco en vez de pasarle por encima. Después intenta hacerse a un lado, bordearle como si se tratase de una rotonda, dar marcha atrás, llamarle espabilao en mandarín y pegar un par de bocinazos. Pero nada, no hubo forma. Además, este chico decidió subirse al tanque para tener su rifirrafe dialéctico particular con el piloto. Un par de frases después baja del tanque.

Estas imágenes causaron un gran impacto por todo el mundo (también en España), generándose dos grandes corrientes de opinión: los que (cada vez más) defendían que era un símbolo de la defensa de la libertad contra la tiranía del régimen comunista chino, corrupto y devorador de minorías y derechos humanos; y los que (cada vez menos) opinaban que era un hecho aislado de un grupo de malcriados rebeldes de pacotilla, que seguro que lo que tenía este chico en las bolsas eran botellas de güijqui y cocacola, regalado por la embajada de Estados Unidos como medida contrapropagandística y se disponían a hacer botellón en la plaza y, ya de paso, mancillar el inmaculado sistema revolucionario chino. Pero ambas opiniones se separaban de lo realmente importante, que es encontrar las causas de este comportamiento.

Un cuarto de siglo largo antes, Luis Lucía tuvo un sueño. Era un artista, y como tal tuvo la necesidad de hacer ese sueño realidad, ya que así sabía que haría feliz a mucha gente. Pensó en solidaridad. Pensó en multiculturidad. En fraternidad incluso. Pensó en cómo sería una película española con tanques de verdad. Pensó en musicales. Pensó en un poquito de propaganda. En finales felices. En negros. En la posteridad. Pensó en el futuro. Y lo pensó tanto que llegó a anticiparlo, situándose a la altura de grandes adelantados a su época como Leonardo da Vinci, Helenio Herrera o Jules Verne.

En Tómbola hay una escena en la que Joëlle Rivero, hija del embajador de Wakanda en España, se extravía mientras daba un paseo con Marisol. Ésta tiene la sospecha de que algún maleante de los que la persiguen haya podido secuestrarla, así que no duda en acudir al ejército español. Casualmente uno de sus batallones estaba realizando maniobras por la zona, por lo que Pepa flores no duda en (Atención): pararse frente al tanque, impedir que continuase su camino, subirse a él, y dialogar con el militar que conducía para que le ayudaran a encontrar a su amiga. Cosa que el tanquista, obviamente, no duda en llevar a cabo. Increíble, ¿verdad amigos?

Siguiendo el camino que nos muestra la lógica pura, nos conduce a dos posibles hipótesis:

1)- El ciudadano chino, conocedor de la obra de Lucía y profundo cinéfilo, aprovecha la oprtunidad que le brinda el destino para hacer un homenaje desinteresado a su película favorita. Lamentablemente no sale del todo bien porque el militar al cargo del tanque no debía ser tan cinéfilo como este estudiante desconocido.

2)- Luis Lucia sabía que los sucesos de la plaza de Tiananmen iban a suceder, por eso dejó cifrados, uno tras otro, los indicios de la tragedia: sabía que Marisol abrazaría el comunismo veinte años después. El estudiante chino tenía veinte años. Pensadlo. El cine español es, sin duda, mesiánico.




Pepa y Joelle, anticipadoras del drama

martes, junio 17, 2008

El camino de la mano vacía II: Pathos del perdedor

Así fue como me adentré en el corazón de la maquinaria sacacuartos de Milikito. Como un concursante, un muerto de hambre más que intenta salir de las cloacas de Aluche para lograr sus quince minutos de gloria, su cuota de pantalla de al menos el 15% de share o la dosis de orgullo suficiente para que su madre mire por encima del hombro de sus correligionarias en la cola del mercao durante un buen par de días, viendo en su descendencia una validez ilusoria, sí, pero con la que ya no contaba. Que vamos cobrando una edad que nos aleja cada vez más de ser un JASP.

En fin, mis ansias de venganza me llevaron a lo que podría definir como un tugurio ubicado en pleno centro de Madrid de paredes desconchadas, tubos de plástico rotos saliendo del techo y una bandeja de canapeses variados y botellas de agua (a los que les faltaban las típicas etiquetas carroleñas -¿se dice así?- de "cómeme" "bébeme") destacando en el centro de una sala en la que, siguiendo la milenaria costumbre, que mantengo desde que tengo uso de razón, de llegar tarde a todos lados, me esperaban los miembros del equipo y mis rivales de concurso. O dicho en otras palabras, los asalariados que grabarían mis andanzas y los palos en las ruedas de mi cuádriga que intentarían cercenar mi camino en pos de la gloria televisiva. Decidí no probar bocado de los manjares que me ofrecían para ver si se cumplía la máxima el hambre agudiza el ingenio, y pasé a que me reafirmaran los pómulos al cuarto de maquillaje mientras que el redactor-jefe de la productora volcaba sus iras contra el trepa del presentador de Pasapalara, ya que el puesto debería ser suyo si el mundillo televisivo fuera justo y se hubiera mirado los méritos de cada uno.

En cualquier caso, y una vez hube pasado por Chapa y Pintura para que me embadurnaran la cara con potingues que ocultaran mi habitual tono blancurrio enfermizo para dar paso a un mucho más sano jei, acabo de llegar de arreglar las duchas de la playa de Ipanema, empezamos a realizar las pruebas de cámara en las que comprobamos in situ la metodología del programa. Muy simple: básicamente era encontrar las palabra adecuada para la definición que te pedían en clave crucigrama, y deletrearla. Un ejemplo: Pico del pan. 8 letras(*la solución aquí*).

Una vez llegado el presentador, curtido en estas lides ya que se nos presentó con un currículum muy apetecible ("me conoceréis por mis papeles en Médico de Familia -no, no era Txetxu ni Marcial- u Hospital Central -tampoco el Doctor Vilches, ya no me sé ninguno más, maldita sea!-"), nos dio unos cuantos sabios consejos para evitar que sucumbieramos a la tilicia que pudiera darnos salir por la tele, y de paso nos contó la historia del plató. Desde luego, la visión cochambrosa de este antro cambió radicalmente a mis ojos cuando supe que estaba pisando el mismo suelo que Ramoncín cuando grababa su Lingo doce años atrás. Estaba, básicamente, profanando un santuario.

Pero eso no me impidió portarme a fondo y empezar arrasando desde el principio. La mecánica del juego -de cinco concursantes compitiendo contra todos los demás y cuatro de ellos se quedan sin nada-, hacía que nos diésemos auténticas puñaladas traperas entre nosotros, pero conseguí ponerme en cabeza desde casi el principio de mi participación, gracias a mi innata capacidad para recordar cosas inútiles, como que un metalófono de teclado es una celesta, que la mujer de Jacob se llamaba Lia o que un esquijama es un pijama sin botones. Todo iba miel sobre hojuelas, yendo en cabeza hasta la última pregunta, en la que mi rival era un hombretón navarro ligeramente cazurro que había contestado bien una o dos preguntas en todo el programa. El rival más débil de todos los posibles. Los hados, sin duda, estaban de mi parte. Las casas de apuestas inglesas marcaban 2 a 1 mi victoria final por 8 a 1 la del otro. Por fin se iba a repartir justicia.

Presentador.- "¿Qué palabra japonesa significa el camino de la mano vacía?"

Obviamente, como no tenía ni pajolera idea, mi cerebro empezó por su cuenta a realizar un listado del -escaso- léxico japonés del que dispongo: ¿Tsunami? Nah, eso significaba ola de nosequé. ¿Kamikaze? Cómete una paraguaya. ¿Tempura? Dejcartao. ¿Wok? Eso es chino, ¿no? ¿Bushido? No seas inútil, eso era el camino del guerrero. ¿Cluedo? Me parece que te estás liando. ¿Yojimbo?¿Uematsu?¿Shinobi?¿Mizogutxi? Bueno es igual, como el otro es un cazurro no lo va a acertar ni de coñ...

Contrincante.- Estoooooooooooooooo... ¿karate?

P.- ¡Bravo! Bueno Chopenjagüer, una lástima después de haber estado en cabeza tanto tiempo... ¡qué se le va a hacer!, así es el juego señores. Hale ya te puedes ir y tú, campeón, pasas a nuestro esperadísimo panel final! (...)

Así que no pudo ser. La fortuna cambió de bando en el último instante (como viene siendo habitual) y por un momento me sentí mucho peor que Moisés, vejado por Jehová tras no dejarme pisar la Tierra Prometida; pero sintiendo además como si un rayo de su justa cólera me hubiera alcanzado en la hebilla del cinturón y me hubiera visto obligado a, delante de todo el pueblo judío, hacer lo que los jóvenes de hoy en día llamarían el pingüino.

Así que, cabizbajo, derrotado, hundido tras la -nueva y sempiterna- humillación recibida por el clan Aragón, me fui a tomar unas cervezas solo por tres o cuatro bares del Madrid de los Austrias, aprovechando la sesión de maquillaje cortesía del staff técnico del programa y cruzando los dedos para que una nube de tormenta no se posara encima de mi cabeza y me deformara los rasgos. Como un auténtico antihéroe cañí. Pero eso ya sería otra historia...

domingo, mayo 25, 2008

El camino de la mano vacía I: I lunghi giorni della Vendetta

Utilizando la siempre fiel técnica del culo-veo-culo-quiero o del ejercicio de pura envidia bien disimulada, decidí apuntarme a un (nuevo) programa-concurso de televisión movido por la amistad y, para qué negarlo, para quitarme una espinita clavada desde hace mucho, mucho tiempo en el ahora podrido corazón de quien os habla. Y no, no estoy hablando del fracasado proyecto de triunfar marcándome unos típicos bailes regionales del distrito Latina-Carabanchel vía satélite mientras respondo preguntas de culturilla general (contar de nuevo esto sería repetirme en exceso incluso para mí). Os voy a contar la experiencia televisiva que ha traumatizado la experiencia vital de mis últimos 20 años. Pero antes dadme un segundo para que encienda la chimenea, busque el tabaco para la pipa y me recueste en la mecedora... Ahora sí, hijos míos. El abuelo va a contar una de sus antiguas batallas. Venid, sentáos en mis rodillas:

Hace muchos, muchos años, en una comarca muy alejada de la capital del reino, se estaban preparando para recibir a los mejores paladines del culto al músculo y el triunfo de la voluntad sobre los límites del cuerpo humano del mundo. Pero, aunque aún quedaba bastante tiempo para esta reunión, el virrey decidió que había que ir empezando a tomar medidas. ¿Dónde se iban a alojar estos forzudos? ¿Y los que pagaban por ver a estos forzudos? Y lo que es peor: ¿Qué imagen daría él como virrey a los que pagan (tanto a los prodigios para que alcancen una nube de Smog dando un brinco vertical como a él para que, cuando el hombre-galgo atraviese la línea de llegada, en la cinta de meta ponga "Cocacola" en vez de "Revoltosa" o "Segura Viudas"), si se mezclan, como la uña y la roña, los alegres mensajes de sus impolutos productos con la multitud de prostitutas, sintechos y yonquis que colapsaban las calles de su ciudad?

Así que, mientras en esta alejada comarca se encontraba en plena limpieza de lumpen para la construcción de una moderna Villa Olímpica, en la capital del reino un grupo de niños de 9 a 11 años inscritos en unos cursillos de natación de un polideportivo municipal se preparaban para lo que iba a ser la experiencia televisiva que marcaría el resto de sus vidas: una velada con el por aquel entonces mayor payaso del reino y su hija Rita Irasema. Yo, por supuesto, era uno de ellos.

Quizá exagero un poco cuando digo que la experiencia iba a marcarnos. Es cierto. Sólo una minúscula parte de esa experiencia quedaría grabada en el inconsciente colectivo de todos nosotros: la imagen de la nariz de Miliki deshaciéndose bajo el calor de los focos; una gota de carne resbalando por la barbilla e impactando en el suelo; las gafas metálicas horadando inmisericordes su tabique nasal. Y, tras la finalización del programa, su nariz deformada, parecida a un relámpago, mientras su propietario se cagaba en Dios una y otra vez.

Esta experiencia no tardó en generar todo un trauma infantil difícil de digerir en su momento. ¿Qué clase de atormentada infancia es aquella en la que un niño tenga pánico a sacarse los mocos con los dedos para juguetear con ellos por miedo a arrancarse un trozo de cartílago, o no poder tirar hacia atrás de tu naso para parecerte a un cerdo por el paralizante pánico de quedarte así para siempre? Además no olvidéis, pequeños míos, que por aquellos tiempos saltó la campaña contra la cocaína en la que un gusano entraba lentamente por tu nariz (campaña por la que -me juego el cuello- muchos adolescentes de nuestra edad comenzamos a fumar para intoxicar a los posibles miriápodos parasitarios ocultos en nuestros conductos nasales exhalando precisamente por ellos el humo de nuestros cigarros), por lo que el caldo de cultivo para la fobia (a la que, a falta de un mejor nombre me referiré a ella como síndrome de Señor Patata) estaba más que sembrado.

Cuando más adelante me enteré de que la redonda nariz de Miliki (culpable de todos mis traumas) era un atrezzo de cera y que, por culpa de ésta, se echaron a perder los últimos años de mi última etapa de inocencia, mi decisión estaba ya tomada. Había tomado el largo camino de la Venganza. La cual, como lamentablemente Miliki habí decidido retirarse del mundillo hace unos años, debía recaer sobre su hijo Milikito, actual dueño de un emporio mediático que, para más inri, no había televisado más de tres partidos del Atlético de Madrid durante toda la campaña. De tal palo, tal astilla. Siguiendo la tradición familiar de destrozar ilusiones. Pero vuestro reinado de terror psicológico se va a acabar. Os daré donde más os duele: en la cartera. Me apuntaré a uno de vuestros programas concursos y os dejaré sin blanca.

Aunque me derrita en el intento.

jueves, mayo 08, 2008

Ejercicios de pura envidia

"Y Jehová dijo á Moisés: Extiende tu mano sobre la mar, para que las aguas vuelvan sobre los Egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.
Y Moisés extendió su mano sobre la mar, y la mar se volvió en su fuerza cuando amanecía; y los Egipcios iban hacia ella: y Jehová derribó á los Egipcios en medio de la mar.
Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en la mar; no quedó de ellos ni uno".

Éxodo 14:26-28

Aunque no tengo ningún documento fotográfico que lo atestigüe -para esto recomiendo que visitéis el fotolog de uno de mis mejores colegas y tecnófilo confeso- (todo aquel que me conoce minimamente sabe que soy un hombre desactualizado, amante de las tecnologías que se idearon en la Prehistoria o en la edad de a-tomar-por-saco, musicalmente adicto a las canciones compuestas por gente que hace tiempo que ha muerto, e interesado por las prendas de vestir estilo -utilicemos un par de palabras que están en boga- vintage o retro setentero), acudí el sábado pasado a la V feria nacional de Playmobil en la Casa de Campo (Madrid, España), con la ilusión y los nervios de un niño de trece años que ve su primera película porno. Hay que reconocer que el fin de semana empezaba con buen pie, ya que el día anterior una reportera de Madrid Directo empezó a repartir caviar a diestro y siniestro cuando recordó al valiente y esforzado pueblo madrileño cuando hace doscientos años se levantó contra el gabacho peleando con lo primero que tuvieran a mano: "palos, piedras, sillas, bombonas de butano...(sic)". La primera imagen, muy reveladora, que me vino a la mente cuando intenté ponerme en el lugar de esa periodista fue ver a los madrileños, desde los balcones de los corrales de comedias, arrojando todo lo que pudiera sonar a viejo e inútil para humillar así al invasor: cintas VHS de Harry Potter uno, Supernintendos, televisores en blanco y negro o enormes bolas ardiendo con la cinta extraída de los casetes de Puturrú de Fuá. ¡La capacidad de tirarse el rollo de un periodista no tiene límites, amigos!

Con ese recuerdo fresco en la mente llegué a la feria de Playmobil. Un paraiso más para los coleccionistas, donde los tres amigos que me acompañaban y yo descubrimos la sutil diferencia entre un mero aficionado al género y un profesional en la materia incluso antes de entrar en la exposición. Para nosotros, todo se presentaba bajo el punto de vista de la ilusión y lo novedoso: cuando vimos que se haría un taller para personalizar tus clics y producirlos en masa (bajo el misterioso nombre de taller de clonación de clics), nuestras mentes empezaron a divagar, dejándose llevar por cuáles serían las figuras que más nos gustaría tener: un clic Skrull, un charcutero o a Moisés en clic. En ese momento, una familia (pareja + dos niños) entra en la conversación, siendo la madre la que llevaba la voz cantante indicándonos que esa figura ya existía, ya que la había visto en nada menos que un libro que cuenta la historia de la Humanidad a través de fotos de Playmobil. Desde ese momento, este libro se ha ido convirtiendo poco a poco en una obsesión y sé que, tarde o temprano, acabará en mis manos.


domingo, abril 27, 2008

Fantasías musicales de ayer y hoy (II)




Esto es jugar con ventaja, ya que el Bollywood clásico es una auténtica mina de caviar en bruto. Este fragmento de la película Apna Desh ("tu país"), dirigida magistralmente por Jambu (a secas, como ya demostró McLovin' para txanar de verdad los apellidos sobran) y protagonizada por Mumtaz (idem) y Rajesh Khanna, hacen que palidezca cualquier otro musical en el que no aparezca alguien nadando a espalda sobre el frío mármol.

sábado, abril 12, 2008

Where the fun comes from

Hay un momento en nuestras vidas en los que queda justificado el deseo de tener ídolos y de defenderlos ciegamente y a ultranza contra los de los demás: en los patios de los colegios o en los parques se montaban auténticos debates generacionales . El caballero del Dragón le daría sopas con ondas al del Cisne, Koko B.Ware le duraría dos telediarios a Tito Santana, el Matador y Conan el Bárbaro no era más que una vulgar imitación de He-Man, que además era mucho mejor porque era Master del Universo. Y así se montaba la polémica.

Claro que se supone que mientras vas creciendo y traspasas el umbral de la adolescencia se van olvidando poco a poco estas cosas y, si te siguen interesando, no es que esté muy bien visto que digamos. No obstante, de vez en cuando la realidad te proporciona noticias que hacen que esos prejuicios en los que se supone que se asienta la madurez se derrumben y aparezcan de nuevo las ilusiones que coparon tus años mozos.

Porque hay que reconocer que la competitividad es una de las mejores cosas que se pueden dar en un espectador nato, y hace que se abran nuevos horizontes de apuestas. ¿Quién ganaría en una competición de Pintoyó entre Llacson Pollock y Joan Miró? ¿Quién sería el mejor Tadzio en una adaptación española de La muerte en Venecia, Fernando Ramallo o Unax Ugalde? ¿Qué album acompañaría mejor el advenimiento del día del Juicio Final, Kenny G a golpe de bachata o Un tributo Chillout de Queen? Como veis, las ramificaciones de este fenómeno son interminables.

P.D.: yo habría apostado por Steven Seagal sin dudarlo.



Igual tendría que haberme reservado este video para otro post, pero me ha parecido tan txanante que no he podido resistirme por más tiempo... maldita sea, quiero un cachivache de esos!

lunes, abril 07, 2008

Fantasías musicales de ayer y hoy (I)

Carmen Miranda luciendo palmito en un onírico número de The Gang's All Here donde cada uno de sus planos es una oda al fetichismo. Comprobadlo vosotros mismos:

domingo, abril 06, 2008

¡Por España!

He de confesaros que una de mis grandes pasiones actuales es el mundillo de la Hípica y, dentro de ella, el subgrupo correspondiente a las carreras de caballos. Es una pasión reciente, ya que hasta hace un par de años no había sentido ningún tipo de atracción hacia el modus vivendi equino, o a los desvelos diarios de todo buen criador de potrancas. De hecho sigo sin tenerlos, ya que mi principal punto de atracción (y que lo acerca más a una nueva excentricidad que a cualquier otra cosa) estribaba en el nombre que los dueños de los caballos ponían a sus vástagos: Murmullo Wells, Menesis o El Gañán son algunos de los -muchos- nombres de estos bólidos con quijada que clavan sus pezuñas en lo más hondo del velódromo para dar una alegría a los innumerables ganapanes que se trasladan a la Zarzuela para apostar por ellos.
Pero hay que reconocer que si este fuera su único aliciente se podrían disfrutar sin más interés desde la intimidad de tu casa tumbado en tu sofá favorito. El verdadero aliciente de las carreras de caballos se encuentra en el público que asiste a verlas: No sé hasta qué punto los sociólogos o los intelectuales marxistas (si aún queda alguno) están al tanto del microcosmos existente en estos eventos, pero en ningún otro evento he visto tan bien diferenciadas dos clases sociales: por un lado tenemos a auténticos señoritos andaluces, con pantalones de cuero, camisas escarlatas y sombreros cordobeses; por otro lado aparece la turba de desdentados, con manchas de grasa en sus camisetas de merchandising de alguna empresa multinacional y que arrastra a a su progenie de futuros piojosos pedigüeños a base de bofetadas al mundo de los juegos de azar. Puro Dickens, pequeños. En definitiva, una mezcolanza entre la clase alta pija y el lumpenproletariado donde, por supuesto, me englobo sin paliativos. O eso creía, al menos, hasta hoy.

Hoy era la primera carrera de la temporada a la que asistía; la tensión que se majcaba en el circuito tras haber hecho la primera apuesta de dos eurazos de rigor quedaba plasmada en la exclamación de mi acompañante: "Qué nervios".

- Eso no son nervios, salió de las cuerdas vocales de un desconocido situado a nuestro lado. ¿Sois propietarios de algún caballo?.

Tras la obvia respuesta de mi colega ("Sí, de dos") para ver qué se podía sacar de aquello, el misterioso desconocido nos hizo ver que él era dueño de un purasangre ganador de una carrera de la semana pasada (no me quedé del todo con el nombre de su caballo, pero juraría con la mano derecha puesta sobre una biblia que se llamaba Botox). Para corroborarlo, sacó de un sobre una instantánea - photo finish en la que se veía a un jaco atravesar la línea de meta por un naso de distancia sobre el segundo clasificado, algo que ni en los más perversos delirios de mi mente enferma se me hubiera ocurrido jamás. Obvia decir que en cuanto sacamos al ganadero de su error indicándole que éramos unos perfectos donnadies, se esfumó tan misteriosamente como apareció.

Pero lo que realmente me escama de esta historia es: ¿cómo es posible que esta confusión se haya podido dar? Me explico: mi compañero llevaba una mochila de estudiante de instituto a la espalda, lucía unos pantalones de chándal del atleti de la época cuando todavía los vestía Puma (osea la buena) llenos de pelotillas y una camiseta con el dibujo de una vaca checa. Yo por mi parte cubría mis vergüenzas con una ti-shert con la imagen de Jesucristo estampada a juego con mi barba descuidada de más de una semana. Luego sólo me quedan dos posibles teorías: o hemos estado a punto de convertirnos en víctimas de una especie de timo de la estampita para aficionados a las competiciones ecuestres (algo que me gustaría pero que, por sentido común, descarto), o bien que la excentricidad en el negocio caballar está mucho más extendida de lo que pensaba. En fin, cosas veredes.

P.D.: Este post va dedicado a la memoria de Charlton Heston, el semidios del celuloide que batalló contral moro y maldijo a la humanidad desde su púlpito en la pantalla grande.