viernes, noviembre 26, 2004

Spiegelman

Madrid ha vuelto a superarse a sí misma.

Hoy he hecho la visita tradicional de todos los años por estas fechas para confundirme entre las masas y adorar la manifestación más cultural y que mejor identifica al pueblo madrileño. Ni museos del Prado ni galerías de arte ni oxtias: lo que realmente funde el arte con el pueblo y con la vida es el Cortilandia. Y este año le ha colocado en la vanguardia mundial del arte y la cultura. Desde este pequeño y humilde blog quiero felicitar a los creadores del Cortilandia de este año por el homenaje a ese genio del comic, a ese brillante ganador del premio Pulitzer llamado Art Spiegelman y, más concretamente, a su obra MAUS.


Los malvados gatos persiguen al pueblo ratón

miércoles, noviembre 24, 2004

Ropita de bebé

Llevo unos cuantos días afectado por uno de los virus más terribles que se han propagado por occidente en los últimos años: el del aburrimiento. Y eso que hago todo lo posible por curarme: zapear por todas las cadenas, escuchar todo tipo de discos, mirar todo aquello digno de llamar la atención, pero nada, no hay manera. Incluso he arriesgado mi vida poniéndome enfrente del espejo del baño y pronunciando tres veces seguidas el maldito nombre de Candyman para ver si el malvado hombre de color con garfio incorporado aparecía; pero todo ha sido en vano.

Ahora son sólo los recuerdos, las cosas que me han pasado hace mucho tiempo y que me entretuvieron, los únicos que hacen que piense que no he tirado mi vida por el retrete. Bueno, eso y el programa de Federico Jiménez Losantos de la COPE, al que considero como un maestro, el Carlos Pumares del mundo de la política. Con él he aprendido, por ejemplo, que el ABC es un diario de marcada tendencia progresista a demonizar, que ha perdido su condición de faro de los auténticos valores cristianos eternos del país, y que ahora es un vástago más pseudopolanquista que sigue los pasos de todo lo que le dicta El País y su grupo empresarial. Remarco una sentencia dicha por él: poco falta para que el ABC se convierta al Islam y pase a llamarse diario Al BeCé. Qué putoamo.

Y me da por recordar el cuento que escribió un amigo mío, al que sabiamente le dio por título Ropita de Bebé.
En él, a grandes rasgos, cuenta la historia de un adolescente de 35 años que baja todos los días de casa de sus padres al parque de debajo de su terraza a tomarse unas litronas con sus colegas macarras. Pero él va impecablemente vestido, con su niqui, su polo de Lacoste amarillo anudado al cuello, su camisa azul cielo, sus pantalones bien planchaditos con raya, sus zapatos castellanos enseñando buena parte de sus calcetines de tenista; y siempre que baja los amigos le saludan con sorna con un "Jei, ropita de bebé!" que le avergüenza delante de sus amigas 35añeras.

Y así un día, y otro, y otro, días calcados a todos los de años anteriores.

Pero un día el joven explota, no soporta esa humillación continua; decide que su madre no volverá a elegirle la ropa y se va a las tiendas de la calle Fuencarral a renovar su vestuario. Se compra sombreros de cowboy y de gangster italiano de los 50, pantalones de pana a rayas y acampanados, cinturones Drakkar, zapatos italianos, camisas de cuello Mao, trajes a medida, corbatas anchas, relojes de pulsera minimalistas, gafas de pasta, se tatúa el lado izquierdo del cuello en caracteres del alfabeto Passepa y se compra la colección completa de lentillas de fantasía. Llega a casa de sus padres, donde le miran con lágrimas en los ojos; elige uno de los muchos modelos que había comprado y baja al parque, al banco donde le esperan los colegas comiendo bolsas de gusanitos Risi, hecho un pincel, digno de portada de revista-para-metrosexuales o de presentador de canal plus. Los amigos le miran de arriba abajo y después fijamente a los ojos, y le saludan con un tranquilo y normal "¡Qué pasa, ropita de bebé!".

Y nuestro joven protagonista vuelve cabizbajo a casa, incapaz de compreder por qué su nuevo cambio de look no había surtido el efecto que él esperaba.

Pero no cejó en su empeño. Siguió comprandose más y más ropa; y probaría con todos los estilos posibles hasta dar con el perfecto para que sus compañeros dejasen de saludarlo con ese mefistofélico apodo. Y así compró nuevos atuendos de rapero, de punqui, de nazi, de postmoderno, de jipi, de rocabili, de mod, de psicodélico, de jevi, de snob, nuevorromántico, ska, rastafari, comunista, ejecutivo, bakala, popi, obrero, alternativo, friqui, glam, remember, chandaldeyonqui, turista, surfero, paleto, travesti, jipjopero, cosladeño, indio americano, esqueiter, gitano y gondolero. Pero todo fue en vano: recibía siempre el mismo saludo al llegar al banco del parque. Nuestro treintaycincoañero favorito se hallaba completamente desolado. Acabó con su cuenta corriente, pidío tres préstamos a diferentes entidades bancarias e hipotecó la casa de sus padres. Se compró tanta ropa que hasta hubo de alquilar un almacén en las afueras para poder amontonarla. Pero siempre recibía el mismo saludo.
Hasta que un día, a punto de abandonar todo, decidió preguntarle a un amigo del grupo por qué seguían llamándole Ropita de Bebé.

Y el amigo le respondió: "Al principio te pusimos el mote de Ropita de Bebé con desprecio, por la forma tan retrógrada que tenías de vestirte; pero fueron pasando los años, y lo que en un principio era desprecio se fue convirtiendo poco a poco en admiración: la capacidad de aguante que demostrabas con el nombre que te habíamos puesto hacía que nos sintiéramos orgullosos de tí. De hecho, el día que bajaste con tu nueva ropa habíamos hablado antes entre nosotros, y nos habíamos puesto de acuerdo para proclamarte jefe de la panda. Pero entonces llegaste con tu nuevo uniforme, y nos decepcionaste. En ese instante comprendimos que tu postura impermeable hacia aquel mote no era más que eso, una postura, un mito. Y descubrimos que ese mote te jodía de verdad. Así que da igual cómo te vistas ahora, nosotros te seguiremos llamando ropita de bebé".

Y dicho esto, el amigo le dio la espalda con desprecio. Y Ropita de Bebé sintió como se le iba cayendo el mundo encima.

Éste era, más o menos, el argumento del cuento que escribió mi amigo tiempo atrás. Y de él seguramente se pueden extraer varias moralejas; yo he sacado una:

Ataca a los amigos en el punto donde sabes que más les duele, pero siempre siendo cordial.

martes, noviembre 23, 2004

Castigo Babel

En el blog de hoy voy a intentar hablar acerca del programa más cool que se emite actualmente en la parrilla televisiva, aunque me parece tan difícil de transcribir a un medio no-visual que... Bah, dejémonos de circunloquios.

El domingo por la mañana volví a casa temprano después de salir de mi casa (a hacer footing, trekking, smoking y todas esas cosas sajonas que te ayudan a estar en forma) unas diez horas antes y, mientras estoy haciendo el desayuno, enciendo la tele y me encuentro con este prodigio, paradigma de las nuevas sociedades estilo siglo XXI: TELENOTICIAS SIN FRONTERAS.

Para los que no hayáis visto nunca este programa, y para mis innumerables lectores de las colonias americanas-africanas-asiáticas o del resto del bárbaro globo que no entra dentro de la definición de Madrid Capital-del-Imperio i Faro-de-Occidente, hay que explicar que el Telenoticias sin Fronteras es un espacio multicultural en donde las diversas comunidades foráneas que se ven representadas por las calles de nuestra ciudad se puedan poner en contacto unas con otras, y puedan ver reflejadas sus ideas, sus inquietudes y sus propias costumbres en el espacio madrileño, así como estar informadas acerca de los sucesos que acaecen en sus países de origen en su propio idioma.



O lo que es lo mismo, poner a una china, una rusa, una mora, un chulo latino y un guiri irlandés en el mismo plató, y hacer que unos se den paso a otros en español para dar las noticias de cada uno de sus grupos en sus idiomas natales. Es decir, a la china le toca tol sudeste asiático (Camboya, Laos, Vietnam etc) más China y Japón, es decir, países que tienen mucho que ver entre sí; y lo comenta en chino; la mora habla de Marruecos, Palestina, Afganistán, Somalia etc, en árabe; la rusa, de Bulgaria, Estonia, Polonia, Eslovaquia, etc, en su Русский язык natal y así ad nauseam. Queda tan cosmopolita y moderno...

Una pena que no se entiendan entre ellos, cada uno diga una cosa diferente, sonría y después pase de contestar y vaya a su aire durante los minutos de su sección. He de reconocer que de los cinco presentadores de programa hay dos que quedaron más prendidos en mi pupila que los demás. La china se ganó mi corazón al responderle algo en un español más bien chirriante a la mora, y dar paso también en español a las imágenes de un torero que había triunfado en la primera corrida de toros asiática de la Historia celebrada en shanghai; y cuando se acabó el vídeo apareció el segundo presentador PUTOAMO del momento, el sudamericano (¿los sudamericanos no entienden los informativos autóctonos nuestros? ¿Para qué está este ahí? Maldito buenrollismo racista) suelta una gracieta maja a la china respecto a la corrida de toros, la china se le queda mirando sonriente y, tras medio minuto de tenso silencio (el sudaquita (así parece menos despectivo, ¿verdad?) esperando la respuesta de la china; la china pensando en qué coño le habría preguntao éste; los demás pensando en por qué están todos callados), acabó con un "bueno tu turno Pajcual (nombre ficticio del presentador de la sección de noticias del centro y sur del continente americano), ¿qué más nos tienes que contar?" salido de los labios de la exótica presentadora del extremo Oriente.

Y el programa me pareció una metáfora tan colosal de la incomunicación de los grupos humanos dentro de la megalópolis en la que vivo, que no pude hacer otra cosa más que mojar, con movimiento acompasado y subconsciente, la madalena en el café con leche ora con esta mano, ora con la otra; y mirar con la boca abierta la pantalla durante más o menos media hora, hasta que decidí acostarme y meditar profundamente acerca de todo lo que había aprendido en tan corto espacio de tiempo.

jueves, noviembre 18, 2004

Ex Libris

El que avisa no es traidor, he aquí la sección Sanchezdraguesca de este blog.


"Querido diario:

Esta semana me he leído cuatro libros. Para abrir boca empezaré con Die Legende vom heiligen Trinker**, una deliciosa fábula de Joseph Roth que nos narra la, a veces aventurada, a veces desagradable historia de un vagabundo borracho del París de los años 30 que debe devolver doscientos francos a Santa Teresa de Lisieux, que se los ha dado en préstamo por medio de uno de sus representantes católicos en la Tierra. Un libro muy entretenido y que se lee muy rápido que ahonda en la relación entre el vino y lo milagroso. Y además no tiene moraleja.







Después me leí A Madrid, por capricho de la escritora posmoderna Francisca "Fanny" Rubio. Fanny actualiza la vetusta novela de viajes en la que se cambian los antiguos galeones, zepelines, globos, y los parajes exóticos de grandes selvas, inmensas estepas heladas y culturas indígenas prehistóricas por algo tan prosaico como un viaje en RENFE desde Granada hasta Madrid. La protagonista, inspirándose en el evocador paisaje manchego, se dedica a darle la brasa a sus compañeros de compartimento contándoles la historia de su vida a base de monólogos, desde cómo fue su infancia hasta (cómo no) cómo tuvo que separarse del verdadero amor de su vida, un anarquista que hubo de exiliarse por aquella catástrofe histórica que fue la Guerra Civil. La pregunta es: ¿Se puede escribir una novela en este país en la que no aparezca la guerra civil de por medio? Aun así, y reconociendo que me exasperan per se las novelas guerracivilejcas no por el tema en sí, sino por la continuha falta de imaginación que emplean una y otra y otra vez los Padres de la Cultura Hispánica, si intento ser objetivo he de decir que la novela está cargada de lirismo, bien escrita, y que Francisca Rubio ha desarrollado bien un personaje de casi ochenta años.





El toque de auténtico aspirante a filólogo se lo da a esta lista el Pero... ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? de Enrique Jardiel Poncela. Reconozco que tomé muchas precauciones ante este libro, pero me ha sorprendido gratamente: aunque en general es bastante flojo, hay algunos capítulos verdaderamente originales y que han conservado su frescor; y creo que sólo por ellos merece la pena la lectura de este libro. Aunque cuantitativamente parece fácil que algunas páginas de este libro sean buenas, ya que consta de unas quinientas cincuenta. Jardiel nos cuenta la historia de Pedro de Valdivia, un Don Juan que ha conquistado más de 36.700 mujeres, que se encuentra con la horma de su zapato, Vivola Adamant, que a su vez ha pasado por los lechos de más de 37.000 hombres.





Y de postre, The Restoration of Arnold Middleton** de David Storey; una obra de teatro escrita para ser leída que sigue los pasos del Teatro del Absurdo beckettiano. Cuenta la situación de un profesor de escuela completamente amoral, que persigue a sus alumnas y gasta todo su sueldo en armaduras medievales , de su neurótica mujer, que cree estar casada con un dios, y de la madre de ésta, una sesentona por la que el profesor siente una cierta atracción que termina en adulterio. No está mal.





Y esto ha sido todo. Un placer hablar contigo, querido diario."



** Que sepáis que siempre pondré los títulos de los libros de escritores extranjeros en su lengua original (hay que hacer todo lo posible por aparentar ser cool). Los que quieran saber cuál es su título traducido, no me queda otra opción más que señalar el enlace con el que seguro todos habéis jugado alguna vez.





E.L.E.V.E.N.

Supongo que debe de haber una máxima no-escrita en los blogs, que es que cuando no tengas nada mínimamente interesante que contar, te tires el rollo cultureta y comentes todos los libros/discos/librodiscos que te has tragado en los últimos días. Yo, por supuesto, no me voy a sustraer de hacerlo; he tenido grandes maestros.

Pero antes, he de decir que llevo durante todo el día tarareando una canción que escuchaba mucho cuando era bastante más jovencito que ahora y una fina capa de pelusilla dominaba la zona donde ahora crece un frondoso bigote. La canción es E.L.E.V.E.N (El famoso encuentro entre Matt Murdock y Ray Charles), que se publicó en el vinilo titulado Menos Mal Que nos Queda Portugal por Siniestro Total en 1984. La letra era bastante sencilla:

- Matt, ¿dónde estás?
- ¡Ray, no te veo!

Así durante más o menos dos minutos.


martes, noviembre 16, 2004

Fashion Victim

Cada día estoy más seguro de una única cosa: soy un completo retógrado que sería muy feliz sentado en un banco de un parque cualquiera, mantenteniendo agrias conversaciones con gente de la tercera edad, y jugando o comentando partidas de petanca durante el resto de mis días. Pero hay algo, una especie de maldición cíngara que me arrastra sin remisión hacia los caminos de la posmodernidad y que borra del todo cualquier tipo de apego hacia una vida sana y feliz.

Hoy he estado en la Fnac con la firme intención de desarrollar un poco mi faceta de degustador de obras maestras de la música del siglo pasado y comprar Maiden's Voyage, un estupendo disco de Herbie Hancock. Os pondría algo de la vida, obra y milagros de este señor ya algo acartonao pero, qué coño, para eso ya está el google si queréis buscarlo; basta decir que muchos seguramente habréis oído alguna vez su Cantaloupe Island o alguna de sus innumerables versiones, desde la que hicieron Pucho & the Latin Soul Brothers en su tiempo hasta la que, si sois mucho más modernos y buenrollistas, sacó ese grupo de raperos a mediados de los noventa llamados Us3 y seguro que todos conserváis en alguno de vuestros dijcos de la época, bien recopilados como el Boom 7, bien entre los de 2 Unlimited, M People, Culture Beat, Real 2 Reel y tantos otros grupos de culto que dio esa (afortunadamente lejana) década.

Lamentablemente, como siempre que me paso por la Fnac con un objetivo claro entre ceja y ceja, no doy con él, así que me doy el típico paseo por el itinerario Música clásica - Músicas del Mundo - escaleras automáticas que bajan a la sección de discos Pop-Rock y me quedo en esa planta, mirando a ver cuáles son los artistas que parten el bacalao ahora, si sigue estando Manu Chao en las listas de más vendidos de la Fnac con el disco que sacó hace 5 años o ver si Fil Colins había sacado nueva OST de alguna peli de Disney. Así me encuentro con un disco que me llama la atención. China Soul, disco del que no había escuchado ninguna canción antes, pero sí del artista que lo ha perpetrado, Pedro Vigil. Su anterior disco, Exquisita Decadencia me había gustado bastante, ya que la gran mayoría de sus canciones tienen un cierto toque sesentero, de Lounge, y además no metía demasiados sitares, didgeriduses, vibráfonos y demás mierda moderna que tanto le gusta al joven compositor español medio. El sonido Lounge siempre ha sido cálido, alegre y estresante a la vez, como si fuera una máquina blanda de demoler subconscientes (siempre he pensado que los sajones idearon el Lounge con vistas a un posible invierno nuclear). Y este Exquisita Decadencia tenía además el acierto de que alguna de sus canciones hacía que pensases en la época en la que existían aún platillos volantes, que sobrevolaban una megalópolis en blanco y negro colgados por un hilo a veces invisible y otras no, dependiendo de la pericia del cámara. Así que recordé todo eso de golpe, ví su precio (unos asequibles 9 euros)y lo compré.


Jamás escarmentaré. Qué craso error. La próxima vez me pongo una trampa-para-ratones en la cartera y no la quito hasta que compre sólo el disco que voy a buscar.

Aunque mirándolo por el lado bueno ya casi tengo la trilogía de canciones que el Vigil este dedica a los grandes maestros del cine japones Aquira Curosagua, Llasujiro Ozu y Quenlli Mizoguchi pffffffffffffffffffffffffffffffff




El Disco Malo



El Disco Bueno

miércoles, noviembre 10, 2004

Morituri te salutant

Sí, amigos e intelectuales; como bien os habréis dado cuenta todos, con este rimbombante título no se puede hablar de otra cosa más que del Circo. Hoy, en uno de mis incansables paseos por Renfe Línea C4 - Metro Líneas 3 y 2, me he encontrado de bruces con un cartel en el que dos tipos supergraciosos con las caras pintadas de blanco y rojo, con uuna bola redonda y roja en la nariz y una flor de plástico en la solapa nos animaban a todos de disfrutar de uno de los espectáculos de ocio que más han perdurado y calado en los corazones de los habitantes de las civilizaciones pequeñoburguesas de Occidente, quitando el lupanar: el circo. Una pena que hayamos perdido tantos valores que hicieron sobresalir Europa grecolatina; a saber: la pederastia, las termas públcas, la esclavitud y, sobre todo, un circo mucho más interesante que el que nos ha llegado hoy en día, con sus carreras de cuádrigas donde ganaba el que ponía el pincho más afilado en el eje de las ruedas; las peleas de gladiadores (con ese toque de barbarie en las vestimentas (o al menos por lo que he visto en las películas; no creo que el Hollywood clásico estuviese mal informado de estas cosas) que desembocaría en el siglo pasado en dos vertientes culturales diferentes: el Glam y el Wrestling), y, por supuesto, las peleas de cristianos contra toda clase de bichos, desde leones hasta cabras montesas tigres leopardos panteras gallifantes o lo primero que encontraran y que tuviera hambre. Seguro que las sociedades protectoras de animales del siglo II después de Cristo estaban más contentas que unas castañuelas. Hoy sin embargo en el circo vemos a una persona que mete la cabeza en la boca de un leon y éste no le muerde. ¿Qué clase de espectaculo de mierda es este?


El caso es que el cartel nos conminaba a que malgastásemos unos cuantos de nuestros escasos euros en una entrada para el Gran Circo Mundial, y para ello utilizaba un eslogan cuanto menos curioso. No sé cuantos creativos habrán estado estrujándose las mentes durante semanas de duro y farragoso brainstorming para acabar concebiendo este reclamo:


Ven al Gran Circo Mundial, y si te MUERES de RISA... ¡Te devolvemos el DINERO!



Voy a intentar pasar por alto el más que probable juego de palabras que se supone que daría sentido a la frase ("si estás muerto. ¿para qué quieres la pasta?" Estoy haciendo verdaderos esfuerzos por no reir, en serio), y me ceñiré al sentido más literal. Qué triste. Qué triste y que real; así se guardan bien las espaldas. Al igual que los del AVE te devuelven la guita si el cacharro llega más de cinco minutos tarde sabiendo que antes le cortan las manos al maquinista o le dan tanta velocidad al tren hasta que descarrile que devolver eso que para ellos es calderilla, los del circo se guardan las espaldas: ellos ya saben que vamos a ir a la carpa central a aburrirnos como ostras viendo como el tragasables traga sables, el comefuegos come fuegos, la mujer barbuda tiene barba y el equilibrista hace equilibrios mientras estamos más ocupados en que no nos escalen las liendres que suelen albergarse entre las gradas de esos sitios, o rezando porque la carcoma no haya consumido del todo la resistencia del banco de madera donde nos sentamos. Sinceramente, aun no entiendo cómo Ángel Cristo se puso en güelga de hambre por recuperar su circo. A saber qué coño le verá.


Un payaso del Gran Circo

lunes, noviembre 08, 2004

Fiesta rap en la colonia militar

Queridos amigos, hoy quiero abrir esta ventana que refleja el mundo real con una sencilla definición.
¿Qué es un fracasado?

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un fracasado es (cito textualmente y de memoria, quizá se me ejcape una letra o dos) "1. adj. Dicho de una persona: Desacreditada a causa de los fracasos padecidos en sus intentos o aspiraciones. U. t. c. s.". La definición en sí puede ser más o menos acertada, pero también es cierto que, al menos visualmente, es bastante imprecisa.
Sin embargo anoche di con la imagen que mejor encaja con esa precaria descripción. Así que es todo un honor para mí compartirla con Víctor García de la Concha y sus colegas, además de con los innúmeros lectores que día a día se reúnen para leer estas líneas.

Anoche fui invitado de primera mano a una fiesta en casa de un conocido de un conocido de un amigo mío. Esa sensación de ir desde un principio de prestado siempre tiene una parte buena y una mala. Por una parte, al principio es posible que te cueste un poco relacionarte con los demás hasta dar con las cuatro palabras adecuadas para convertirte al cabo de un par de horas en el mejor amigo de cada uno de los que asisten a la fiesta; la parte buena es que hasta que todo eso ocurre, puedes estar más libremente centrado en las cosas que realmente merecen la pena: ver, oir, callar y descojonarte de risa a la mínima oportunidad que tengas.
Pero quizá penséis que estoy extendiéndome demasiado para llegar a lo que he prometido en las primeras líneas; tranquilos, llegar a una imagen así requiere su tiempo.
El dueño de la fiesta era un señor mayor, con pantalones anchos, sudadera con capucha y que continuamente ponía grandes hits de la música en español como pueden ser los de Tshiminy Nsombolay, def con dos y tantos otros grupos absolutamente geniales (una pena que no dispusiera en esos momentos de la sabiduría que mi colega Pablo posee del mundo del hiphop español); a su izquierda estaba una persona que en un principio podría parecer como completamente insustancial, pero que según fueron pasando las horas llegó a convertirse en mi favorito. No quiero poner su nombre verdadero así que le llamaré Mikel. El resto de la gente no llegaba a los extremos de genialidad a los que habían escalado estos dos, así que pasaron por mi cerebro como fantasmas invisibles, una maraña de sintalentos varios entre los que (por supuesto), me sentía cómodo e integrado. Salvo uno.
El momento en el que pasé de una postura a otra marcadamente activa fue cuando me di una vuelta por la cocina y me encontré con uno de los asistentes a la fiesta cuya imagen posiblemente me dejará marcado durante el resto de mis días: la imagen del fracaso. ¿Cómo explicarla fríamente?

El fracaso es una persona vestida con un poncho deslavazado y desteñido, con barba de seis meses, agachado sobre la mesa de madera de una cocina cualquiera, con un billete de cinco euros enrollado y colocado en la nariz, esnifando farlopa, colocada cuidadosamente en rayas sobre un compact disc de Def Leppard (que, según como me explico el anfitrión poco más tarde, ese chico lo llevaba siempre encima para ese único menester) y, una vez terminada la faena, guardando la farla sobrante en un chivato de un paquete de tabaco que a su vez era guardado nuevamente (supongo que para mayor seguridad del contenido) en un sitio donde seguramente nadie con más de dos dedos de frente se atrevería a inspeccionar jamás: en una caja de cintacassete pirata del "The Wall" de Pink Floyd.

Obviamente yo, que observé minuciosamente la escena de principio a fin, esperé a que todo se acabase para ir corriendo a abrazarme a aquél chico al que reconocí como un alma gemela y con el que he firmado un pacto de sangre para que nuestra recién formada amistad jamás se vea quebrantada, aunque no volviéramos a vernos en la puta vida.

Hay más interesantes anécdotas que me gustaría contar de la noche del 6 de Noviembre de 2004, pero prefiero racionarlas. Poquito a poco.

jueves, noviembre 04, 2004

Prólogo

En el portal de un edificio de ladrillo rojo de cuatro plantas, apoyado en la pared, un negro musculoso se lleva un limón entero a la boca con la mano izquierda, lo muerde, y rebosa y cae por las comisuras hasta el suelo buena parte del jugoso ácido cítrico.
En un vagón de tren, un anciano se levanta de su asiento ante la sorprendida mirada de su mujer y, con los ojos inundados en lágrimas, se arranca con una saeta que conmueve a todos los pasajeros, mientras su mujer, muerta de vergüenza, le tira de la manga para intentar acallarle.
Una solitaria mujer espera a la salida de un concierto a que salgan de él su mejor amiga y el chico del que está secreta y locamente enamorada, pero del que sólo consigue recibir una insondable carga de desprecio. Lleva esperándoles fuera desde que empezó.
En un barrio noble de la ciudad, una mujer madura y divorciada, que ha dedicado los últimos diez años de su vida a cincelar su cuerpo a base de Botox para conservar una juventud eterna, despierta misteriosamente cada mañana (y en compañía de un joven nuevo cada vez) con la cara llena de ronchas. Los médicos aún no han podido encontrar las causas de esta monstruosa transformación diurna.
Varios jóvenes están desnudos dentro de una furgoneta en el descampado de un suburbio matritense, bajo una noche cerrada. Los chicos intentan que las chicas les acompañen haciendo la ola, pero ellas se muestran pudorosas; esconden sus vergüenzas bajo una capa de católico puritanismo hispánico.
Un chico joven comienza su proceso de integración en el Gran Mundo: una risilla nerviosa y un cándido estremecimiento le recorre la espalda cuando echa al buzón su primera carta manuscrita, llena de dudas, a la redacción de su colección favorita de comic americano. Además, para cubrirse las espaldas, firma bajo un seudónimo: Nadie (salvo él) sabrá nunca quién está detrás de esas líneas.


Esta pequeña panoplia de historias cotidianas es la que dará forma a este joven y humilde blog. Algunas de ellas son verídicas, otras son completamente inventadas, pero la diferencia entre unas y otras es ínfima. Lo que realmente enlaza a unas con las otras estriba en su vulgaridad, deforme y lírica, y en la forma que tanto unas como otras son completamente inútiles, desvaríos de la mente de quien las escribe, y que le puedan permitir divagar acerca de ellas. Aún así, ¿podríamos leer este blog como el visitante del Museo del Prado que, para hacerse el interesante ante un cuadro puntillista se pone justo delante de él, con la cara casi pegada al lienzo, para después irse alejando poco a poco de él hasta encontrar el perfecto enfoque que le permita deleitarse ante el efecto óptico del cuadro en su conjunto? ¿Podría tratarse de que el verdadero leitmotiv de este blog no se encontrara en esas pequeñas historias sin orden ni contenido alguno, sino en el conjunto de ellas? ¿O acaso en cada una de estas observaciones cotidianas podremos encontrar un mensaje? ¿Algo que el autor de estas líneas quiera comunicarnos? ¿Una muestra de su verdad particular dentro de la realidad general en la que todos vivimos?


La respuesta a todas estas preguntas es No.